Noche obscura y lluviosa en Busan, Corea del Sur. Una mujer joven deja a su bebé en el portal de una iglesia, con una nota que –sin más datos– asegura “volveré por ti”. Pero el bebé no termina bajo los cuidados del templo, sino de un par de hombres que borran toda evidencia de la llegada del pequeño. En efecto, la madre, llamada Moon So-young (Ji-eun Lee), regresa por su hijo, de quien ahí niegan su llegada. So-young descubre lo que hay detrás: quienes tienen al bebé buscarán venderlo, estrictamente a alguna “buena familia”, dado que no se ven a sí mismos como delincuentes, sino como meros intermediarios que quieren lo mejor para cada niño que “rescatan”. Ante eso, la joven madre decide participar del esquema, pactando quedarse con la mitad del dinero de la venta. Lo que ninguno de estos tres personajes sabe es que ya son estrechamente seguidos por dos mujeres agentes de policía, que sólo están a la espera de atraparlos en flagrancia. Conforme avanzan los días y la búsqueda de “clientes” interesados en el bebé, la joven y ambos tipos –además de otro niño huérfano que se les “pega”– irán construyendo lazos cada vez más estrechos y profundos, casi como de familia, que van matizando y hasta modificando las perspectivas de su aventura, si bien (recordémoslo) con las dos policías detrás. Y sumen a lo anterior que en el entorno inmediato está en marcha la investigación de un asesinato. Entonces, ¿se trata esto de una suerte de thriller criminal?
Lo aquí descrito corresponde a Broker, de producción sudcoreana, 20º largometraje del nacido en Tokio Hirokazu Koreeda, realizador –entre otras cintas– de la tan celebrada ganadora de Cannes Un asunto de familia (Shoplifters). Si bien Broker ubica su argumento en terrenos de algo reprobable e ilegal, está lejos de ser un crime caper, aunque cueste creerlo. Es en cambio, en seguimiento del tema recurrente de Koreeda, una película que borda en el concepto de familia; esta vez atípico y en dos vertientes: por un lado, desde el sentimiento de su “carencia” (el caso de la orfandad), y por el otro, la frecuente posibilidad de consolidar familias “paralelas” –no oficiales, claro– a partir de eventos o circunstancias especiales. De ahí que Broker sea, cual lo sugerí antes, inopinadamente dulce y humana, con momentos especiales de mucha ternura. Esto último, de fondo un riesgo, bien señalado por Iana Murray en The Playlist: “Al ser absorbente y reconfortante, es fácil olvidar que este tierno drama es sobre tráfico de personas”. Así pues, Koreeda se las arregla de nuevo para tratar cosas serias, drásticas incluso, con pulso gentil y ánimo generoso, prescindiendo hasta donde se puede de todo eso connatural a historias como esta; sobre todo, maldad y violencia. Es de eso que los dos varones —Ha Sang-hyun (Song Kang-ho) y Dong-soo (Gang Dong-won)– no venden, ni venderían, a ninguno de sus protegidos a familias que después pudieran revenderlos, o susceptibles de ya no quererlos (o quererlos menos) en el eventual caso de concebir hijos propios. Se admite: tal decencia es de Koreeda y prácticamente nada, qué triste, del insolente mundo en que vivimos.
Broker, celebrada mundialmente, obtuvo entre otros premios el del Festival de Munich a mejor film internacional. Cito aquí el texto explicativo del jurado: “Gracias por haber nacido”; una sola oración que conmueve a la audiencia de una forma que films enteros raramente consiguen. Cuando cada personaje, sin importar qué tan chico o grande, está intrincado en capas, fracturado al mismo tiempo, y es finalmente tan amorosamente desarrollado, eso es cine. Gran cine. Este film es un viaje. Uno lleno de anhelos, de decisiones, de desviaciones. A veces, son precisamente esas desviaciones las que debemos tomar en la vida, para encontrarnos y encontrar a los demás. Y hemos encontrado un pedazo de nosotros en este film. Por igual, en el Festival de Cannes 2022 Broker recibió el Premio del Jurado Ecuménico. Ahora mismo exhibe en salas.