La verdad rompecabezas, la verdad insuficiente

Alfredo Naime

En un perdido, misérrimo villorrio del sur de México, aparece el cadáver de La Bruja (Edgar Treviño), curandera local, travesti, a quien también se le conoce por sus fiestas libertinas con jovencitos homosexuales. Ha sido un asesinato, cuyos pormenores se nos cuentan –de manera capitular– desde las respectivas vivencias de cuatro personajes: los adolescentes Yesenia “la Lagarta” (Paloma Alvamar), Norma (Kat Rigoni) y Brando (Ernesto Meléndez), así como el Munra (Gustavo Morales), un tipo que vive de hacer dejadas en su camioneta. Todas esas versiones se nuclean o tienen que ver con Luismi (Andrés Cordaz), otro adolescente, cuya cercanía con La Bruja es de todos sabida. En cierto momento, hay un desencuentro entre ambos; y claro, surgen los resentimientos. Junto al chismorreo intrigoso, aparecen también las dudas; entre otras, ¿fue Luismi quien mató a La Bruja? Todo esto y su misterio, en la producción de Netflix –basada en la novela homónima de la veracruzana Fernanda Melchor– Temporada de Huracanes, sexto  largometraje de Elisa Miller, receptor hace poco del premio a mejor guion (escrito por Daniela Gómez y la propia Miller) en el Festival Internacional de Cine de Morelia.

La narrativa de Temporada de Huracanes va construyéndose de forma no-lineal, acronológica, buscando que la suma de eventos de las cuatro versiones –complementarias– arroje la resolución del caso, su drama, el sinsentido de sus acciones y reacciones, a partir de las motivaciones de cada protagonista. Motivaciones, claro, no exentas de fobias, ambición y rencores, pero en especial de machismo e ignorancia. Esa estructura, hay que decirlo, cuesta trabajo al espectador (dos o tres momentos incluso son confusos), pero al final amarra, revelando adecuadamente los hechos. A tono con ellos, estamos frente a una película violenta, cuyo difícil entorno de sordidez y pecado (digamos) está notablemente logrado por la fotografía de María Secco, con el plus de algunos planos genuinamente memorables. Además, está actuada competentemente por un reparto de actores poco o nada conocidos, a la altura de esa fauna sofocada, atrapada en la rutina de un ámbito sin futuro. Personajes casi todos cuestionables –de distintas maneras– que, más que vivir, deambulan por el pueblucho, sólo esperando la oportunidad de largarse. Ello, un caldo de cultivo ávido de impactos y noticias justo como la de la golpiza mortal a La Bruja. Sin ser para todos los estómagos, Temporada de Huracanes desde luego vale la pena. Cierto: ojalá fuesen menos esquivos los recovecos de su estructura, y más fácil entender sus diálogos, a ratos pastosos o susurrantes. Pero igual te atrapa, te involucra y, al final del día, gratifica tus expectativas. Ojalá sean muchos quienes decidan verla, ahí en Netflix, su casa productora.

Y ya que van a andar por Netflix, también busquen ahí Blanquita, del chileno Fernando Guzzoni, reconocida en los festivales de Venecia, Jerusalén, Palm Springs y Huelva. La trama alude a un escándalo sexual que involucra a políticos y poderosos, con la protagonista como pieza medular del caso judicial. La crítica la ha tratado bien; dejo aquí algunas de esas opiniones. Ronda Racha Penrice, en The Wrap: “La desagradable verdad es que, de común, la sociedad ha fallado en proteger a mujeres e infantes pobres, y sigue fallando. En Blanquita, el talento de Guzzoni amplifica esa triste realidad y, al mismo tiempo, solidifica su posición como líder de la nueva ola del cine latino”. Beatrice Loayza, en The New York Times: “Desdoblando a-la-David Fincher y bañada en grises sombríos, Blanquita puede parecer provocativa a algunos del contexto #MeToo y su mantra popular de ‘creer a las mujeres’”. Wendy Ide, en Screen Daily: “Guzzoni crea una atmósfera apropiadamente adusta y hostil para esta historia, que indaga en los más turbios rincones de la sociedad chilena”. El tagline de Blanquita es: A veces la verdad no es suficiente. Qué pena: eso es completamente cierto.