Pienso positivo
Recuerdo un bello tema de los 90 que decía: “yo pensó positivo”. La canción tenía un ritmo muy inspirador y animoso. Imagine usted, sorprendido lector, que al despertar todo lo viera con el cristal de “todo me saldrá bien”. ¿Será que el día será así?
Veamos. Hagamos un ejercicio para ver qué tan positivos podemos ser. Supongamos que son las seis de la mañana del lunes. El despertador nos alerta que si seguimos la “jetita” no llegaremos a tiempo.
Pero ¡seamos positivos e iniciemos el día! Con ánimo vamos camino al baño, con la mirada perdida entre “chinguiñas” y la tradicional comezón matutina que le indica a tu trasero que ya empezó la actividad. El mula frío de enero se carcajea de lo pequeño que eres ante su imponente fuerza. Te dispones a combatirlo con la “espada” del agua caliente. Pierdes la guerra. La pequeña flama que daría origen al huracán incandescente, se apagó con los vientos de la madrugada. A bañarse con agua fría, porque no dará tiempo.
Pero ¡seamos positivos! Tras vestirte y pensar que los pantalones se hicieron grandes, recuerdas que no es así, que el frío hizo su trabajo, pero ya regresará todo a la normalidad. Te subes al auto y te das cuenta que alguien se estacionó frente a tu entrada. Le tocas el timbre a la vecina, quien con bigotes de que recién tomó su café y restos de concha de fresa en la nariz, accede amablemente a mover su unidad.
Avanzas por las calles escuchando algo que te anime y te decides a que nadie cambiará la ilusión de ser positivo todo el día. Pero olvidas que hoy hay informe y que no puedes pasar por ahí. Las calles cerradas te obligan a circular por un atajo que sólo tú conoces. ¡Diablos! Alguien ha revelado tu secreto y otros 500 conductores se te adelantaron y congestionan la ruta.
Pero ¡seamos positivos! Aún con los imprevistos no vas tan mal de tiempo. La única cita que tienes para el viernes la cumplirás cabalmente. Llegas, te estacionas y esperas. ¡Recórcolis! No llega el personaje en cuestión. Esperas paciente hasta que te llama y te dice que tuvo una serie de contratiempos y que no podrá llegar, que está muy apenado y que lo disculpes.
Pero no te preocupas porque, seguramente el resto del día nadie te impedirá dejar de pensar positivamente. Total, hasta un reloj descompuesto es capaz de dar la hora correctamente dos veces al día. ¿Hay evidencia para ser pesimista?
Manuel Frausto Urízar