Alfredo Naime
Inicio aquí el tradicional balance anual de los mejores films que pude ver a lo largo del 2024, entre varias decenas. Si aparecen títulos de 2023, se debe a que exhibieron entre nosotros durante el año que culmina. La columna de hoy sólo se ocupa de lo visto a través de plataformas, dedicando la de la semana próxima al balance de lo visto en salas.
Cinco son las películas en streaming que quiero destacar. De principio, La sociedad de la nieve (2023), de Juan Antonio Bayona, relativa a hechos reales: el accidente aéreo, en octubre de 1972, sufrido por un equipo uruguayo de rugby y sus acompañantes (en total 45 personas), en viaje rumbo a Chile. Su avión, de la Fuerza Aérea Uruguaya, se estrelló en la enorme, inclemente cordillera de los Andes, sobreviviendo casi 30 de ellos, pero en las condiciones más adversas e inhóspitas: sin alimentos, ni equipo, ni preparación para enfrentarlas. Narra los eventos de los 71 días siguientes, en vertientes que oscilan entre la tragedia y el milagro. Una película poderosa, muy intensa –no podría ser de otra manera– en la que, aparejados al terrible evento, florecen temas como la fortaleza del espíritu humano, la fraternidad, la reciedumbre y, desde luego, la esperanza contra todo pronóstico.
Los asesinos de la luna (2023), de M. Scorsese, drama histórico, también basado en hechos reales. Albores del siglo pasado: en Oklahoma se descubre petróleo, en tierras de la tribu Osage, cuyos miembros se hacen ricos por esto. Pero los blancos intervienen pronto: por considerar “incompetentes” a los nativos, les designan tutores (blancos, claro) para controlar sus fortunas y “orientarles”. Esto, el abusivo primer paso, en realidad, de un plan de exterminio del pueblo Osage, para arrebatarles los derechos sobre los yacimientos. Pero el recién formado FBI se entera de los asesinatos y llega para investigarlos. Obra maestra absorbente, poderosa, despiadada, sobre un pasaje vergonzante de la historia de EEUU.
Todo el silencio (2023), ópera prima de Diego del Río. Miriam, hija de madre sorda, es actriz y profesora de lengua de señas. Vive con su pareja, Lola, sorda hablante que además lee labios. Temprano en la cinta, una audiometría confirma que Miriam está quedándose sorda a ritmo acelerado. Así, devastada y poco a poco, la enojada/confundida Miriam entra de cara a enfrentar un porvenir de sordera total. Este primer trayecto la endurece, lo cual no sólo afecta sus sueños y proyecto de vida, sino por igual todo eso relacional con sus círculos cercanos. Película sin clichés, de diversos méritos, que pertinentemente deja expectantes los caminos y cómos de Miriam frente a lo que la golpea.
El Eco, de Tatiana Huezo. Documental filmado en la minúscula comunidad rural de El Eco, Puebla, en la que viven –en condiciones muy difíciles– apenas poco más de 100 personas, dedicadas a una frágil siembra de maíz y a la crianza de pequeños rebaños, como opciones de subsistencia. Hombres y mujeres al amparo de sueños e ilusiones de una vida diferente; en especial los jóvenes, que intuyen que más allá, en otros lugares, hay algo mucho más pleno y mejor. Mientras tanto, una de las actividades esenciales de las niñas del pueblo es cuidar de sus abuelas ancianas, queriendo hallar, en sus diarias charlas, señales menos crudas de lo que a ellas les espera. Film sereno, sensible, amoroso, de gran belleza, que en efecto resuena cual eco, a propósito de un destino, para muchos, de repetir ciclos.
Finalmente, Pedro Páramo (2024), de Rodrigo Prieto, cuya historia es ampliamente conocida. No ahondo en ella puesto que recién lo hice, en este espacio, hace apenas 15 días. Baste decir que, respecto de la novela de Rulfo, es de mucha estatura y de una fidelidad loable, incluso en cuanto a estructura. Por muchas razones un film admirable, que percibes como un proyecto atesorado sobre el cual se han volcado tanto amor como talento. La atmósfera, la ambientación, las texturas, permean impecables desde la fotografía del propio Prieto y de Nicolás Aguilar. Un trabajo muy meritorio que merece más de una mirada.