A veces se me seca el cerebro, no puedo escribir… Pienso, y pienso más pero no llega una idea a la cabeza (que sea coherente es lo de menos), me voy y regreso en una hora, un día o dos semanas después, cuando ya tengo algo medio elaborado. Ya les decía que a veces pienso una idea cuando estoy lejos de una hoja y un lápiz, “así pasa cuando sucede” reza he dicho griego por excelencia o algo así.
Llego, me siento (como lo hago en este momento) y escribo yo mismo, pues no tengo secretaria a quien dictarle y me tengo que arriesgar a que me dé síndrome del túnel carpiano sólo para que mis ideas eclécticas lleguen a ustedes gracias a las neuronas afectadas por tantas cosas.
Peleo con Word porque me corrige los acentos, las palabras repetidas y mi uso excesivo de puntuación, escribo algo, no termino ni la palabra y ya está resaltándome en rojo todas mis chorreadas, en azul mis dudas ortográficas y en verde los errores mínimos. Pero bueno, es Word, debe tener la razón aunque sigo renuente a poner tildes, y a que las ponga automáticamente este programa, yo como buen ahorrador quiero salvar tinta no poniendo tildes, pero parece que a todo el mundo no le gusta mi idea.
Sobrepaso esta otra dificultad, pienso, aterrizo y le medio doy forma y orden, logro escribir y revisar que todo está bien. y es cuando viene a veces lo más difícil: ¿cómo carajos le pongo a mi súper creación? Algo no tan elevado como la “levedad del ser” y no tan bajo como cualquiera del libro vaquero. Y entonces me acuerdo de mis clases de redacción, que sea sencillo, corto, englobe la idea, no me pase de 7 palabras, provoque interacción, curiosidad y un contenido sólido, invite a leer, sea conclusivo pero a la vez flexible en cuanto a la interpretación pero no a la significación final…. Ahora entiendo por qué nomás no la hago de blogero!!
Lo bueno es que lo hago sólo como entretenimiento y no como supervivencia, sino ya estaría escribiendo debajo de un puente.
Foto: Dhammza
Alejandro cadavid