Perdidas entre la arena

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Sur de Israel. Una aldea desértica de beduinos –muy pobre– se prepara para la celebración de una boda. La anfitriona es Jalila (Ruba Blal-Asfour), esposa de Suliman (Haitham Omari), el hombre que se casa por segunda vez, con una mujer mucho más joven que ella. Humillada, pero aparentando, Jalila arde por dentro, lastimada, derrotada por las tradiciones. En medio del “festejo” (de los demás, no propio), descubre que Layla (Lamis Ammar), su hija adolescente, mantiene una relación sentimental con un chico de otra tribu, algo inadmisible según sus costumbres. Insultada, confundida, más devastada aún, Jalila prohíbe a su hija continuar la relación, lo cual las confronta y aleja. De súbito ya no es una, sino dos, las mujeres desoladas, asfixiados sus deseos por las inmemoriales “normas” históricas para las mujeres de esas etnias y geografías. Estoy refiriéndome a Tormenta de arena (Sufat Chol; 2016), de la directora israelí Elite Zexer, que –sobra decirlo– con ojo crítico versa sobre la aflicción de hacer lo que se te ordena, en vez de eso que los dictados del corazón revelan ser tus deseos profundos, esenciales. A partir de esto, el inicial retrato de familia se trasciende a drama universal, mil veces más complejo y desesperanzado por el ancestral, inamovible, contexto histórico-religioso. A pesar de todo –en medio de sus respectivos sometimientos– madre e hija terminarán reencontrándose, desde el intenso impulso de trastocar lo inmutable…o de intentarlo al menos.

Pero mientras Jalila –aunque los sufra– no deja de reconocer los “límites”, la cinta ofrece matices especiales al caso de Layla, quien parece puede con ellos. Temprano nos enteramos de que ha conseguido la muy inusual modernidad (entre su tribu) de que se le permita estudiar e incluso aprender a conducir. De todas formas, ella y su madre, igual que el resto de mujeres de su mundo particular, son parte de una realidad en la que resistir o contrariar las tradiciones es en automático desconocer la identidad del clan, y por ende, avergonzar y fracturar a sus familias. Esto, tanto en lo vivido –calladas– por las mujeres mayores, como en lo que tocará vivir a Layla y las generaciones que le sigan, aunque a más se atrevan y más levanten la voz. Justo lo que se reclama y “grita” (metafóricamente) desde la enorme dignidad de Jalila y desde la conciencia cuasi-trágica de Layla (final de la película), quien por su edad debiera tener “la vida por delante”, sin ser así por la estrechez de lo que se le permite elegir. Porque no; no basta con desear intensamente las cosas para que se cumplan. Eso pasa en los cuentos de hadas, no en las aldeas beduinas asentadas en rumbos perdidos de Israel, lastimadas además por intervenciones violentas de la autoridad territorial judía. El anti-Cuento-de-Hadas pues, en el que –según palabras propias de la directora Zexer– “ambas mujeres se ven forzadas a entender que, si desean sobrevivir, tendrán que comenzar a ver al mundo desde los ojos de la otra”.

Tormenta de arena es una película extraordinaria –seria, sensible, valiente, certera– que no hay que perderse (está a disposición en la plataforma Netflix). La avalan diversos reconocimientos: 6 premios de la Academia Israelí del Film (entre ellos, mejor película y mejor director); el Gran Premio del Festival de Jeonju (Competencia Internacional); el Premio Especial del Jurado del Festival de Lisboa y Estoril; el First Look Rotor Film Award del Festival Internacional de Locarno; el Premio Nuevos Directores en Competencia del Festival Internacional de Seattle; los premios Debut en la Dirección y a mejor Ópera Prima del Festival de Estocolmo; el Gran Premio del Jurado del Festival Sundance (Cine del Mundo-Drama); la Mención Especial a Nuevo Talento Internacional del Festival de Taipei, y el Premio Roger Ebert a mejor Ópera Prima extranjera del Festival de Traverse City. Pero no veamos Tormenta de arena por sus galardones, sino por la humanidad que late en ella. ¿Cuál? Esa detrás de la profunda necesidad de libertad para decidir y avanzar.

Alfredo Naime

Comentarios, recomendaciones y consejos para apreciar el séptimo arte, vertidos por el más reconocido crítico de cine en Puebla y zonas aledañas. Disfruta su videoblog.

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