Si se busca una metáfora “representativa” de Malcolm y Marie, dirigida por Sam Levinson, aplica bastante bien la de una pelea de box, de 6 rounds al menos. En la película, la pareja del título regresa de la premier del film más reciente de Malcolm (John David Washington, hijo de Denzel), en apariencia muy bien acogida por público y crítica. Desde luego, falta que eso se confirme “oficialmente” en las próximas horas, a través de lo que publiquen los especialistas en artículos de opinión ya más amplios. Una noche estelar, permeada de la sensación de que todo ha ido excelente. Sin embargo, con apenas minutos en casa, Marie (Zendaya) explota. La razón, que en su discurso Malcolm no la mencionó en absoluto. No cupo en él, para que su novio le agradeciera algo –ya no digamos tanto– como ella percibe que ha sido su apoyo. Así pues, dolida, indignada, lastimada, arremete contra “el desgraciado” (dirían algunos) con juicios no sólo ásperos, sino además contundentes y articulados.
Aunque de inicio Malcolm intenta una pálida defensa, no puede sino aceptar la tunda en silencio. En su noche, el “campeón” está en la lona, al borde del nocaut. Sin embargo, de la nada –cuando le dábamos por muerto– Malcolm regresa a la contienda…y con todo. Ahora la paliza es para Marie, a la que también le llueven duros argumentos, a partir de un discurso que por igual suena coherente, fundamentado. Un 2º round en el que ahora es Marie quien está entre las cuerdas, a punto del cloroformo. Pero la “retadora” de la noche es toda una guerrera, y aún son muchos los rounds por pelear. Nuevos reclamos van y vienen, con encono renovado: eso que dijiste, contrario a lo que debiste decir; lo que hiciste, en vez de lo que debiste hacer; eso de lo que te olvidas, de más peso que esto que recuerdas y me echas en cara. Además, ambos bebieron algo en el coctel de la premier, lo que hace más efervescentes las lenguas y menos medidos los juicios.
Filmada en blanco y negro –como la mayoría de las contiendas de box clásicas– Malcolm y Marie es una película absorbente, actuada de manera sobresaliente, que resulta de una muy buena escritura de guion. Es cierto que esencialmente descansa en los diálogos, pero conserva su identidad cinematográfica en virtud de cómo esos diálogos se intercambian: en sus momentos mejores y de más pasión, son “disparos”, ráfagas, que “sangran” y tambalean al adversario a pesar de las corazas y “vaselina” que cada uno utiliza para amortiguar y resbalar los golpes. Por turnos, ese es, así es, el cuerpo de la cinta, su núcleo. Sin embargo, a pesar de las repeticiones (llámenles rounds si quieren), Malcolm y Marie se las arregla para no ser reiterativa, aportando en cada nuevo enfrentamiento otros ángulos de reclamo e inesperados giros para sorprender y “doblar” al rival. Un drama de pareja pues –al final del día, no tan convencional– que sin ser superlativo te atrapa pronto; y que valoras mejor conforme te convence de que en su planteo no cabe, o muy poco, la posibilidad de un final feliz en el que el amor alcance para un empate técnico.
Malcolm y Marie recién estrenó en Netflix y de inmediato llamó la atención, aunque falta saber si será o no de las favoritas de la plataforma. Desde luego reviste interés, aunque tanto diálogo, ser en blanco y negro y tener sólo dos personajes, puede restarle público. En todo caso, el tour de force interpretativo justifica plenamente el tiempo que le dedicas, igual que su punzante mirada al mundo del espectáculo, revestido del eterno bluff de sus poses, ritos y tics, y sí, de los infaltables críticos (no siempre escrupulosos), que en ocasiones entienden –entendemos– de más o de menos, no siempre en las vertientes correctas. Por cierto, Netflix anuncia tres nuevos films cuyos títulos son dos nombres propios: el cortometraje Zac y Mia; la teleserie de 10 episodios Ginny y Georgia, y el largometraje Geez y Ann. Difícil que esos seis resulten así de peleoneros.