La semana pasada me referí en este espacio a Broker: intercambiando vidas (Broker; 2022), del japonés Hirokazu Koreeda, a propósito de un trío –incluida la joven madre– que busca vender un bebé a (estrictamente) alguna “buena familia”, dado que no se ven a sí mismos como delincuentes, sino como meros intermediarios que quieren lo mejor para cada niño que “rescatan”. De producción sudcoreana y celebrada mundialmente, la película obtuvo, entre muchos otros premios, el del Festival de Munich a mejor film internacional; así mismo, el Premio del Jurado Ecuménico en el Festival de Cannes 2022. Su estreno en México por igual ha llamado la atención, y es por eso que dedico esta columna a otros films de Koreeda –tres recientes– con el ánimo de ampliar un poco el panorama sobre el trabajo de quien está considerado el más grande realizador humanista vivo del Japón.
El tercer asesinato (Sandome no satsujin; Japón, 2017) es un drama legal en torno al juicio de un obrero fabril por el asesinato del dueño. Tal es el punto de partida, pero lo nuclear surge de que el acusado –asesino confeso desde el inicio– comienza a modificar su versión, empañando los hechos. Así, conforme su abogado intenta desentrañar el misterio, la película deja de ver a la pena de muerte como un mero veredicto posible, para tornarse sutilmente en un alegato que la cuestiona. Muy distinta a los courtroom dramas a los que Hollywood nos ha acostumbrado, su guion es del propio Koreeda. En The Guardian, Peter Bradshaw la mencionó como “un acertijo cautivante”, mientras que Chuck Bowen, en Slant Magazine, acotó lo siguiente: “En El tercer asesinato, como en otros de sus films, Hirokazu Koreeda permea la tragedia con un competente humor distintivo, fiel a cómo procesa la atrocidad la gente”.
Un asunto de familia (Shoplifters; Japón, 2018) –ganadora de la Palma de Oro en Cannes– presenta a una pareja de obreros cuyos sueldos no alcanzan para mantener a su familia, a la que recién han “sumado” a una nenita maltratada por sus padres. Para “llegar a fin de mes”, cometen pequeños y desenfadados hurtos en tiendas, aprovechando incluso a los más pequeños del clan. Esto daría para una comedia, de no ser porque íntimos secretos familiares, obscuros en su mayoría, irán revelando el verdadero trasfondo de las respectivas motivaciones de sus miembros. Así, Koreeda consigue un compasivo retrato de familia, que se torna muy inquietante en términos de reflexión social, con el engaño y el desgaste de valores como elementos nucleares.
Finalmente, La verdad (La verité; Francia-Japón, 2019) nos da la oportunidad de disfrutar juntas a la legendaria Catherine Deneuve y a la estupenda Juliette Binoche. Es un drama de familia al que le agradeces la ausencia de gritos y estridencias. La anécdota de partida es simple: Lumir (Binoche), guionista de profesión, viaja de Nueva York a París con su marido y su hija pequeña, para la presentación del libro autobiográfico de su madre, la estrella del cine francés Fabienne Dangeville (Deneuve), a quien los años de infancia y juventud de Lumir aún le reclaman –con resentimiento– una relación fría, distante y ocasionalmente cruel. El reencuentro de ambas será ocasión para ventilar los hondos pendientes afectivos, más allá de que Fabienne esté en medio de un rodaje y a muy poco de la presentación mencionada. Una película sólida sobre las aristas de la fama y sus recelos, sobre las dualidades de la memoria y los recuerdos de familia, sobre el oficio de actuar y sus exigencias, como vertientes a conciliar para –en este caso– la salud de las relaciones del clan familiar. Muy bien actuada (y como antes dije, sin gritos ni sombrerazos), La verdad nos conduce por estas reflexiones, aprovechando el oficio y talento de Deneuve y Binoche como insuperables vehículos del recorrido. Hirokazu Koreeda, damas y caballeros.