Denzel Washington, el licenciado

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Alfredo Naime

Por azar, un canal de TV me dio la oportunidad de ver una película de Denzel Washington que no conocía: Roman J. Israel, Esq. (2017), que en México tuvo el innecesario “apellido” de Un hombre con principios. Escrita y dirigida por Dan Gilroy, la cinta le significó al siempre competente Washington su 9ª nominación al Oscar, premio que ya había ganado dos veces: por Gloria (1990), a coactuación, y por Día de entrenamiento (2002), como actor estelar. Roman J. Israel, Esq. no figura entre los mejores títulos de su filmografía, pero para nada es desdeñable. Su núcleo es el personaje del título, encarnado por Washington: un abogado idealista cuyo interés no está en el dinero sino en la justicia verdadera. Sin reflectores ni un rango “importante” por más de tres décadas, su estabilidad profesional y económica cambia dramáticamente a la muerte de su único socio y, tal vez, único amigo. Es así que, obligado por la urgencia, Roman acepta empleo en un corporativo legal que opera muy distinto a sus convicciones. En cierto punto, el nuevo entorno rebasa al Licenciado, que comete varios errores: el principal, autoconvencerse de que la pureza y la altura de miras son imposibles en un mundo como este.

Roman J. Israel, Esq. es pues un retrato de personaje, cuyo itinerario lo hace interesante: de la fortaleza moral, al extravío del desencanto, al íntimo reencuentro personal, a la redención definitoria, sustentado todo –como siempre– en la sólida actuación de don Denzel. No obstante, debe decirse que comprometen al film dos o tres rasgos: en especial, una cierta, vaporosa, delgadez del guion para justificar el inesperado cambio ético (digamos) del abogado, además de un final que sin duda es adecuado para el carácter de moraleja de lo narrado, pero acaso abrupto, sin desarrollo suficiente, en cuanto a la decisión de Roman conducente al cierre del film. Detalles que no anulan a Roman J. Israel, Esq., pero que sí le restan en lo que pudo ser, de alcanzar todo su potencial. Los principales alternantes de Washington en la película son Colin Farrell (George Pierce) y Carmen Ejogo (Maya).

Ahora bien, están cumpliéndose 30 años de otra cinta, más importante, en la que Denzel Washington también interpretó a un abogado: Filadelfia (1993), de Jonathan Demme; tal vez la primera de Hollywood que encaró de frente y sin sensacionalismo al sida, si bien es más sobre discriminación que sobre dicho terrible virus. En ella, el brillante abogado Andrew Beckett (Tom Hanks) es despedido de un prestigioso bufete jurídico por supuesta negligencia, aunque en realidad lo corren al descubrirse que es seropositivo. Para demandar a sus ex-jefes, Beckett contrata a Joe Miller (Washington), abogado que, por cierto, poco aprueba a la gente gay. Fruto de una gradual aceptación a su cliente, y de la plena comprensión de su drama, Miller desarrolla una especial simpatía por su colega; un respetuoso afecto que será motor de la enérgica lucha para que en la corte se haga justicia no a un enfermo, sino a un individuo atropellado en su derecho elemental al trabajo.

Muchas son las virtudes de Filadelfia: valiente, por atreverse en aquel primer momento; audaz, sin amarillismos; profunda, en tanto que documentada; honesta y, por ende, valiosa; piadosa, y humana por ello. Sin truculencias ni condescendencia alguna, permea de total dignidad a un asunto que lo merece. Un film valioso pues, más allá de los diferentes juicios y preferencias. Acompañan a Washington y Hanks (ganador de la estatuilla por este trabajo) en Filadelfia, Antonio Banderas, Jason Robards y Mary Steenburgen. Además, la grata cereza del pastel es que su canción tema, Streets of Philadelphia, de Bruce Springsteen, también recogió el Oscar.

Alfredo Naime

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