Seguro no es fácil ganar el Festival Favorite Award del Festival Sundance. Pues eso consiguió a principios de año Radical, cinta mexicana del nacido en Kenia Christopher Zalla, ganadora también del Social Impact Award del Festival Internacional de Cine de Heartland. Así, había que verla, más allá de un estreno en salas harto difícil, en la misma fecha que el de Los asesinos de la luna, el film más reciente de Martin Scorsese. Basada en sucesos reales, Radical se ubica en 2012, en la convulsa, violenta ciudad fronteriza de Matamoros. En suplencia, hasta ahí llega el profesor de primaria Sergio Juárez (Eugenio Derbez), con el más heterodoxo de los métodos: liberar a sus alumnos de las anquilosadas rutinas pedagógicas, para motivarles a pensar, indagar, cuestionar y experimentar en equipo, con el único riesgo –sin sanción– de equivocarse, para de eso reiniciar la búsqueda del conocimiento y el aprendizaje. Un método que casi le cuesta la chamba a Juárez en la primera semana, pero que gradualmente despierta en cada niño su curiosidad, autoconfianza y la conciencia de un potencial ilimitado (aunque en la Primaria José Urbina López, su escuela, no haya internet y menos computadoras). Mientras tanto, en el entorno pesan la pobreza, la inseguridad, la corrupción y, desde luego, el no-futuro fruto del crimen organizado y su violencia sin escrúpulos. En un estado de cosas así, ¿es posible que florezcan la educación, los valores, la posibilidad de una vida mejor? ¿El genio, incluso, para ser astronauta, filósofo, matemático, lo que se anhele? Parecería que no, pero –contra viento y marea– el “loco” de Sergio Juárez piensa que sí, estimulando a los chicos y creyendo en ellos.
Sustentada en un sólido, convencido, trabajo de Eugenio Derbez, Radical fluye y funciona muy bien. La primera muestra de ello es que sus 125 minutos de duración se sienten como bastante menos. Pero desde luego no es eso lo más importante, sino la historia que recoge, que en verdad vale la pena. Por igual, trátase de una película imbuida de dignidad, tanto en sus eventos como en sus personajes: en Sergio, desde luego; en Chucho (un magnífico Daniel Haddad); en los niños protagónicos Paloma (Jennifer Trejo) y Nico (Danilo Guardiola); en el pepenador, padre de Paloma (Gilberto Barraza). Además, Radical aumenta su valor al conseguir, en paralelo, una necesaria crítica a la situación vigente de la educación pública en México, marcada por retrasos, omisiones y desapegos que de base asfixian la urgencia de una educación moderna, renovada, acorde a lo que niños y jóvenes requieren y merecen. Todo esto es lo que el film de Zalla pone sobre la mesa con adecuado foco, sin poder evitar dos o tres impactos melodramáticos, que por suerte afectan poco sus principales asertos e intenciones. Concluyendo, Radical puede presumir de una historia inspiradora, y de tener alma y corazón para contarla. No poca cosa –muy de aplaudirse– para un cine mexicano reciente que, en su mayoría, más bien se ha ocupado de comedias frívolas, anodinas y prescindibles.
En otro orden de ideas, comentar a los fans de Wes Anderson –y a quienes no necesariamente lo son– que ahora mismo Netflix tiene a disposición cuatro cortos de este iconoclasta director tejano. Los cuatro son de 2023, procedentes de relatos cortos del escritor galés Roald Dahl. Se trata de: La maravillosa historia de Henry Sugar (37 minutos), El cisne (17 minutos), The rat catcher (17 minutos) y Veneno (17 minutos). En ellos encontrarán actores como Ralph Fiennes, Dev Patel, Benedict Cumberbatch y Ben Kingsley. Una gran oportunidad de volver a la inventiva formal y narrativa del autor de Moonrise kingdom, Gran Hotel Budapest y Asteroid City.