Uno de los trabajos poco valorados y con una baja retribución económica, quizá sea el de lustrador de calzado. Una labor tan sencilla y rutinaria, que muchos de nosotros ni siquiera nos tomamos la molestia de hacer en apenas cinco minutos ya sea una noche antes o previo a alistarnos para salir de la casa al trabajo o al estudio.
De niños, los papás y los maestros nos enseñaron que en la presentación es básico traer los zapatos bien lustrados, además de que el cabello tenía que estar fijo –aunque sea con limón, las uñas bien recortadas y no se diga la presentación impecable de la ropa.
Pero, ¿en qué momento se nos olvidó algo tan básico como revisar que nuestros zapatos luzcan presentable?, lo más seguro que fue cuando nuestras responsabilidades fueron creciendo y tuvimos menos tiempo para checar ese tipo de detalles.
A estas alturas, muchos nos ahorramos unos pesos comprando el famoso “nugget” que es algo para salir del paso y que omite muchos de los pasos del lustrado como es quitarle el polvo, ponerle espuma, la crema, la cera y finalmente el cepillado.
Sin embargo, pocos hacemos eso y pueden pasar días y semanas sin que nuestros zapatos reciban un trabajo mínimo de mantenimiento.
Un lustrador de calzado puede ser un trabajo tan imprescindible como cualquiera, pero tan necesario en momentos de apremio, sobre todo si tienes un evento especial y tus zapatos están peor que las botas de un trabajador que recién echó la mezcla en una obra de Lomas de Angelópolis.
En cuestión de minutos con la brocha, la crema para zapatos generalmente de la marca Oso, el cepillo y el siempre útil trapo que completa el lustre, este noble personaje termina por darle un “toque mágico” a nuestra presentación que debe ir acorde con un vestimenta limpia.
Entre el olor a betún, el periódico de deportes o la sección policiaca, un asiento en alto y un poco de música que suele llegarle a lustrador, se puede ver que unos zapatos llenos de vergüenza pueden terminar siendo la envida de los demás.
Es ahí cuando se entiende y se valora el trabajo de estas personas que tienen siempre sus secretos pueden componerte el rumbo previo a una cita de trabajo, una reunión social o bien que no te regañen en la escuela por no traer los zapatos limpios como los papás o los maestros te pedían que hicieras por lo menos durante la primaria.