Hemos venido hablando sobre el origen conceptual de los hoy llamados plurinominales, desde 1963 con la creación de los entonces denominados ´diputados de partido´ hasta las aberraciones de hoy donde nos encontramos con nominados de chile, de dulce y de manteca -decimos en México- que no representan ni a los partidos ni a los ciudadanos, si acaso a sí mismos.
Cuando uno se pone a analizar con seriedad lo que dice la ley respecto a estos plurinominales, además de lo que dictan los estatutos de cada partido sobre el asunto, acaba cayendo en lo que podríamos denominar ´estupor´(véase diccionario de la RAE). Si además trata de descifrar la interpretación del INE sobre este tema y los tiempos y modos de hacer campaña el riesgo es quedar en estado de confusión mental permanente.
Para no exponerme a tales patologías y con el propósito de evitar que los políticos profesionales de todos los partidos me contesten lo de siempre ante cualquier crítica -´es muy fácil criticar pero a ver, que propones´ dicen- ahí les va mi proposición: eliminemos 100 pluris y que cada partido haga una lista con los candidatos que se les de la gana (de paso se ahorran las explicaciones absurdas para defender sus decisiones como que Carmen Salinas tiene alma de priísta, Ebrard se volvió ciudadano de centro, Espino se volvió ciudadano de centro, el sobrino de Bartlett también es nacionalista, etc) y después de ver quien gano las uninominales se les asigne, de un total de cien, el número de diputados correspondiente a su proporción de votos en todo el país, sin la complicación de las cinco circunscripciones que no tienen sentido y eliminando un ocho por ciento que se sacaron de la manga para lograr mayorías que no les da el voto.
Es buena propuesta y esta clarísima, ¿no? Si creen que es confusa o imprecisa lean cualquier acuerdo del INE y comparen.
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