Ahora mismo está en cartelera un nuevo film de y con Ben Affleck: Vivir de noche (Live by night), un drama criminal ubicado en tiempos de la Prohibición, específicamente en 1926. Bien realizado, pero de emociones contenidas, no alcanza a ser excitante, manteniéndose casi tan frío como Joe Coughlin (Affleck), su protagonista central, quien como socio y empleado de gente poco recomendable –de la mafia, pues– se muda de Boston a Florida para contrabandear licor, obteniendo ganancias ilegales espectaculares, pero confrontando al mismo tiempo la severa y peligrosa competencia, a la ley misma, al Ku Klux Klan incluso, y al hecho de ser, irónicamente, hijo de un (honesto) veterano policía de Boston. Acompañan a Affleck en el cast: Elle Fanning, Brendan Gleeson, Sienna Miller y Zoe Saldana, entre los más conocidos; todos a la vera de un “tagline” que afirma The american dream has a price.
Vivir de noche es la cuarta película de Ben Affleck como director, después de Desapareció una noche (Gone baby gone), Atracción peligrosa (The town) y Argo, ganadora ésta del Oscar 2012 a mejor película. Si bien es apenas el inicio, cabe pensar en la posibilidad, para Affleck, de una carrera parecida a la de Clint Eastwood, quien arranca y se establece como actor, para gradualmente girar a la dirección con mucho éxito, sin dejar la actuación. Como actor, Ben Affleck es principalmente ubicado en cintas como Mente indomable, Armageddon, Shakespeare apasionado, Pearl Harbor, Argo y Perdida, de entre los más de 60 créditos interpretativos que acumula. Además, a sus 42 años el tipo ya puede presumirse ganador de dos premios Oscar: como productor de Argo y por el guión original (hace ya casi 20 años) de Mente indomable, compartido con Matt Damon. En fin, hay que seguirle la huella a este talentoso, inquieto cineasta, que seguro va a llamar la atención a lo largo de mucho tiempo más, actuando, dirigiendo y produciendo.
Y ahora, hablo un poco de dos películas más. La primera es Florence: la mejor peor de todas (Florence Foster Jenkins), de Stephen Frears, con base en la historia real de la empecinada dama del título, una adinerada neoyorquina cuyo sueño fue siempre cantar ópera profesionalmente, más allá de carecer de la voz y del oído indispensables –de altos vuelos– para empresa semejante. Así y todo, Florence llegó a cantar en Carnegie Hall, no por sus méritos interpretativos sino por su fortaleza de espíritu, envalentonado desde no pocas mentiras piadosas de esas que el dinero puede comprar. Como sea, su llegada a dicha legendaria sala de conciertos terminó por convertirse en uno de los hitos de la anecdótica social (no cultural, ¿eh?) de los EEUU. Meryl Streep, notable como siempre, es quien encarna a la dulce pero ingenua Florence, mientras que Hugh Grant hace a su amantísimo esposo, su principal (insensato) impulsor. Si bien Meryl Streep es el centro por definición, a fin de cuentas es Grant el gran deleite del film, revoloteando de un lado a otro para proteger a su mujer de tanta cruel maledicencia, aunque duerme todas las noches con una mujer 30 años más joven. Queda pues, para el disfrute general, Florence: la mejor peor de todas, comedia de rasgos biográficos y tintes melodramáticos, con Meryl: la mejor mejor de todas.
La otra cinta a mencionar es Anestesia, de Tim Blake Nelson, que merece un espacio mucho mayor del que aquí me queda. Así pues, prefiero guardar su valoración para dentro de 8 días, pero dejo una especie de preámbulo. Anestesia, un drama, presenta un giro de 360° para casi terminar donde comienza. Involucra a un profesor universitario de filosofía, a un adicto renuente a recibir ayuda, a una esposa y madre con problemas de alcoholismo, a un marido infiel con sentimientos de culpa, a una pareja en el umbral de confirmar una enfermedad terminal y a una estudiante sin cabida o sentido de pertenencia al mundo que la rodea. Voy a verla por segunda vez, para reportar con amplitud sobre ella.