¿Cuánta gente arriesga la vida buscando tener una mejor perspectiva económica? ¿Cuántos buscan ir a los Estados Unidos con la esperanza de encontrar el empleo que no encuentra en México?
No es novedad. Desde hace muchos años sabemos que nuestros compatriotas tienden a buscar el norte. Las historias datan de décadas atrás, pero en la actualidad ha aumentado la tensión.
Familias enteras que se dividen porque papá tiene que buscar suerte con el vecino del norte. En el mejor de los casos, la esposa los espera y los hijos siguen con sus vidas, pero no es el común.
Hace poco supe de la historia de un señor que deportaron recientemente, después de 20 años de vivir y trabajar en USA. Hoy no encuentra trabajo en México. No es un “inútil”. Es una persona mayor que sabe ganarse el sustento reparando a detalle los automóviles.
Además no se termina de encontrar. Allá trabajaba desde las 5 de la mañana y terminaba a eso de las 8 de la noche. Hoy, en Puebla, se siente inútil. No siente que aproveche el día atendiendo una comida corrida.
Y más. Está buscando el recurso necesario para poder regresar a los Estados Unidos. El se ha ido por su cuenta. No contrata “polleros”. Se arriesga sólo. Así ha vivido y así le ha funcionado.
La encrucijada es: dadas las circunstancias del racismo, la violencia, los riesgos que hay en la frontera, los asesinatos que ha cometido la “patrulla fronteriza”, ¿valdrá la pena ayudarlo a conseguir el dinero necesario? ¿no será enviarlo al “matadero”?
Sin embargo, no ayudarlo implica que siga consumiéndose su vida en la intranquilidad e inestabilidad del desempleo. Nada se puede esperar aquí. Nada será suficiente.
No se ve una solución cercana para eso. Eso es lo preocupante. Las historias similares continuarán. ¿Qué hacemos?
Foto: Adolfo Lopez
Manuel Frausto Urízar