Soy un amargado, lo he sido desde hace mucho tiempo, sólo que varía el grado de acidez en mi humor y la forma en cómo lo expreso al mundo. Es como una curva que asciende y desciende… y últimamente había estado muy tranquilo; nueva vida, nueva gente, nuevos ambientes, pero hay ciertos elementos, personas, situaciones y demás que hacen sacar de las sombras ese estilo de vida amargosito y saludable, que le liberan a uno todo ese potencial de acidez ante una u otra situación. Y sí, he recaído aunque no me duele, la verdad es que me gusta la veneración al sabor del limón.
House, Grinch, Scrooge, Gruñon etc. Nombres que van y vienen pero te dejan algo impregnado por ahí, de forma que forja tu carácter con ciertas características dignas de ser temido, criticado o incluso odiado por la gente. ¿Pero qué le puedes hacer? Tienes ese yo interno que te impulsa a decir esa frase “necesaria” en el momento justo o dar tu punto de vista más que creíble ante una situación cuasimagnifica.
En mi caso, veo todo este ambiente amargo como una vista exagerada de realidad. Tan fácil como eso, ser realista, no ser tan aguafiestas como los pesimistas, ni tan ingenuos como los optimistas. Esas formas de ser te alejan a veces de lo que en verdad tienes en frente tuyo: el optimista deja escapar la verdadera situación por el halo de falsa felicidad que a veces inunda su existencia, para cuando el plan en cuestión falla, el golpe es mucho más duro. Si su plan funciona tal cual, que bien, tampoco soy un desgraciado comemierda para hundir sus alegrías, sólo digo.
En el caso del pesimista todo es oscuro, todo es inservible o sin un cauce suficientemente bueno para lograr alcanzar una meta esperada, a tal punto que se pueden volver perezosos y hasta mediocres, dejando de lado todo por el simple hecho de que no va a funcionar, una cortina de humo venenosa, que corta sueños y crea falsas alegrías. Los pesimistas ven la felicidad en lo más extraño.
El amargado con su extrema visión de la realidad, no aumenta las alegrías anticipadamente, ni desecha los planes mucho antes de empezarlos; califica, estudia y describe hasta los puntos encima de la i, de esa forma y con a veces una exactitud milimétrica para percibir el ambiente alrededor, se pueden llegar a ciertas cosas que sólo de esa manera se pueden alcanzar o que tardaría mucho más si se hace de alguna otra manera.
El pesimista ve el vaso medio vacío, el optimista medio lleno y el amargo se pregunta ¿por qué pierden tanto tiempo tratando de resolver esa incógnita? acábense el maldito vaso y sigan con su vida.
Pongámoslo así: un amigo organizará una fiesta de cumpleaños, no es el más popular, ni rico; aun así hace planes bastante decentes.
El optimista pone la situación de forma en que estarán las mejores mujeres, buenas, guapas, que les gusta el alcohol y se emborrachan fácil, todos serán felices y terminará más de uno con pareja ese día. La música será la adecuada toda la noche y bailarán entre todos hasta que el sol salga. Se tomarán fotos y reirán de ese momento 15 años después cuando se reúnan a tomar café y presentarse a sus mujeres e hijos.
El pesimista piensa; no irán mujeres o las que irán serán feas y querendonas, el equipo de sonido no funcionará y nadie irá a la fiesta porque no puede o a la mera hora se les presentó un inconveniente; el alcohol escaseará en cuestión de un par de horas y alguien vomitará tanto en el baño que lo dejará tapado por lo que será un caos. Al final la policía vendrá porque los vecinos acusan que hay mucho ruido y peleas en la calle. Terminarán todos detenidos por idiotas.
El amargado piensa; el amigo en cuestión no es el más popular y rico, así que no dispone de cientos de “amigos” ni las mujeres más buenas de la ciudad; sin embargo, aunque lleguen pocos (porque la mitad encontró algo mejor que hacer) serán los que la pasen bien, el equipo de sonido se reventará porque algún borracho lo termina forzando de más pero al final encontrarán la forma de sincronizar 4 celulares y que suenen las canciones pegadoras del momento. Las probabilidades de que el cumpleañero acabe más borracho que todos los demás a la 1 de la mañana están presentes, por lo que a las amigas decentes se fueron. Todos tendrán oportunidad de intentar conquistarlas menos él. Cuando el alcohol bueno se acabe, sacaran la botella de aguardiente mas ordinario que haya, como sabes que no te gusta y te dejara ciego, cooperarás en la vaca y comprarás más whiskey. San-se-acabo!!
Es difícil ser amargado y que la gente no lo note, es complicado no sacar a relucir esas aptitudes cuando la situación lo requiere. No soltar un comentario justo, que sabes encajará de manera perfecta en la idiotez que algún fulano está diciendo. En este momento somos 6000 millones de personas en el mundo, ya hay mucho optimismo regado por ahí, se necesita un poco de peso en este lado para equilibrar la situación, como si de todos modos la etapa en la que está el planeta ahora no ameritará ver las cosas con ojo clínico.
Tal vez a un amargoso le cueste más encontrar felicidad, pero den por hecho que esa felicidad es pura, pues no por ser agrios desconocemos ese sentimiento. Se es más exigente, se obtienes mejores resultados, tarde o muy tarde pero llegan.
He aquí un pequeño punto de vista de ser un buen amargado, no llegando al punto de ser un sociópata, pero explicando por qué el simple hecho de que te digan buenos días, te tenga que alegrar por arte de magia, cuando el que te lo dice es tu jefe, que con todo el propósito del mundo te jode a puro gusto y sin vaselina. Básicamente importa poco lo que piensen de nosotros, ya mucho nos auto conocemos para saber en qué fallamos, y generalmente sabemos lo agrios que somos.
Tengo muchas cosas bonitas de que hablar pero no las quiero arruinar con más amargosidad, no al menos por ahora. ¡Hasta la otra!
Foto: Daphne31
Alejandro Cadavid