En vez de parar, revisitar (II de II)
La semana pasada comenté en este espacio lo que los cinéfilos hacen cuando la cartelera en salas no les resulta atractiva: revisitan films. En concreto, los que llamaron su atención en la primera mirada, haciéndose merecedores de una revisión que casi siempre confirma (y aumenta) el disfrute original. En apoyo de eso, propuse tres títulos: Las olas, Pienso en el final y Los dos Papas. Hoy concluyo la invitación con cuatro títulos más, que tradujeron en mi caso como un visionado más “fino”, de sensaciones muy favorables. Confirmo que “revisitar” cine valioso –o de tu gusto, al menos– merece la pena. Van…
Si la colonia hablara (If Beale Street could talk; 2018), de Barry Jenkins. Son los 70s: una joven afroamericana de Harlem, embarazada, lucha por demostrar la inocencia de su prometido, acusado de un crimen que no cometió. Él ya está detenido, a la espera de un juicio que no luce bien. Mientras todo se complica y alarga, la chica lidia lo mejor que puede con la gestación del futuro bebé, en medio de los prejuicios raciales de la época y de las presiones y angustia que la situación genera. Película sensible, muy sentida, sobre “ser negro” en EEUU, nación que –a la luz de las perennes injusticias de todo tipo sobre dicha comunidad– hace evidente que no les quiere. La dirección de Jenkins, completamente comprometida y sin clichés, aporta aún más hondura al drama “natural” del contexto y los eventos. Por cierto, Diego Luna hace un pequeño papel de soporte.
Manchester frente al mar (Manchester by the sea; 2016), de Kenneth Lonergan. Al morir su hermano, Lee debe hacerse cargo de su sobrino adolescente, con quien no acierta a llevarse bien. Además, en flashbacks conocemos lo sucedido a Lee ocho años antes; un pasado trágico que lo marca para siempre, haciéndole alguien distinto, anulado ante la vida. Película tensa, frecuentemente perturbadora, de segmentos muy tristes, no por ello menos notable. Sus temas: pérdida, culpa, la urgencia de expiar, en un entorno de familia rota. El ring de la vida pues, en el que los boxeadores son un hombre “marcado” y un joven encaprichado, en un entorno de confusión y duelo ante escenarios tanto imprevistos como incomprensibles. Reitero: la vida misma, pero en una de sus facetas de arpía. No obstante, dura como es, Manchester frente al mar también sustenta espacios para la esperanza y la redención, que justo apuntan al volátil, pero cuasi-indestructible marco de ser familia.
Enseñanza de vida (An education; 2009), de Lone Scherfig. Se ubica en el Londres de los 60s y tiene que ver con Jenny (Carey Mulligan, nominada al Oscar por este trabajo), adolescente de clase media a quien un nuevo amigo –un socialité misterioso que le dobla la edad– “expone” a una vida social y cultural que le resulta totalmente novedosa y atractiva. Pero al tiempo, Jenny descubre en esta suerte de “mentor” (y en su círculo) rasgos que le harán repensar el valor de lo que ella es y tiene. Si bien parte como algo parecido a una comedia melodramática, el tono va cambiando al drama, en el que la aparente falta de clímax –y un desenlace no catártico– retan la costumbre de un final “gratificante”. Con todo, su cierre es muy adecuado, con diversas conclusiones a reflexión. No es Lolita, pero tampoco Mi bella dama; tiene su propia, singular identidad.
El médico alemán (Wakolda; 2013), de Lucía Puenzo. En la Patagonia de los 60s, la inadvertida presencia del criminal nazi Josef Mengele incide en una familia argentina, cuando el tipo se escondía de la justicia israelí en Sudamérica. Si de suyo es crispante la premisa de partida, el que una de las hijas de la familia –de apenas 12 años– desarrolle una especie de fascinación por el tipo, convierte el asunto en una pesadilla por todas las implicaciones. Lucía Puenzo opta por la contención, con un acercamiento sutil pero muy serio. Así, lo central en El médico alemán es el tenso riesgo de lo latente, alrededor de la presencia de una de las figuras más siniestras e inescrupulosas de la historia moderna.