Andy (Stephen Graham) es chef y socio de un concurrido restaurant londinense. Se
está separando de su mujer, aumentado lo emocional del caso por tener un hijo pequeño.
Es noche de viernes y será la más ocupada del año, puesto que el restaurant aceptó más
reservaciones de lo aconsejable. Además y para colmo, esa tarde les ha caído de sorpresa
un inspector puntilloso, que decidió disminuir la calificación del establecimiento de 5 a 3,
por algunas irregularidades. Todavía hay provisiones por llegar y están algo cortos de
ciertos ingredientes, lo que tiene nervioso al staff de cocina, igual que a la gerente del sitio.
Todo esto, a minutos apenas de abrir, con gente ya esperando en la puerta. ¿Alguna otra
calamidad? Sí. De último momento se enteran de que ahí cenará una crítica gastronómica
con fama de despiadada, acompañada, por si fuera poco, de un chef famoso por su show
televisivo de alto rating. Un caos, pues, en el que hay que aplicarse y dar el mejor de los
servicios, como si nada pasara. Sólo que la tensión en la cocina es un hervidero, con el
lenguaje y los gritos subiendo de tono, con riesgo de trascender al ambiente de las mesas.
Es el apocalipsis culinario o casi, tal vez como nunca antes. Ahora bien, lo descrito es lo
que el personal ya sabe y de lo cual intenta tomar control. Pero claro, también puede haber imprevistos; imponderables que se escapen de las manos. Justo esta noche, ¿los habrá?.
Lo anterior es punto de partida y clima argumental de El chef (Boiling point), de
Philip Barantini, cuya apuesta para hacernos sentir la adrenalina, temperatura y urgencia dela situación global ha sido filmarla en una larga, alucinante toma única de 92 minutos.
Una apuesta muy compleja y arriesgada, que demuestra ser un acierto porque atrapa y exuda todas las tensiones inherentes: entre chefs y cocineros; entre el staff de cocina y la gerencia; con ciertos comensales, y sí, las tensiones individuales –íntimas– de algunos de estos personajes, desesperados por equilibrar el trabajo con sus respectivas odiseas particulares.
Como antes dije, todo en esa febril toma única sin tregua, de precisión notable, en la que un ensamble de maravillosos actores nos lleva por la humanidad, las heridas y el suspenso del aquelarre que hay, o puede haber, detrás (y a lo interno) de un restaurant elegante, mientras los clientes disfrutan del menú en un ambiente para ellos “apacible”.
Concluyo que El chef es una de las mejores películas en lo que va del año, aunque tal vez resulte agotadora, incluso levemente claustrofóbica, para algunos cinéfilos. Más allá de eso, espero que seanmuchos quienes vean el film –del Reino Unido– que no es un mero ejercicio de rigorcinematográfico, sino de fondo, una intensa experiencia de relaciones interpersonales bajo presión, en alguna de esas etapas en que la vida decide asumir un rol de arpía, para extraviarnos, cuanto se pueda, en territorio comanche.
Termino este comentario con algo más sobre El chef, para no dejarlo en el tintero.
Lo primero, que ese título –impuesto– no le favorece y “mal-ubica” al film. Lo mejor
habría sido llamarle en español justo como traduce del inglés: Punto de ebullición, que
responde perfecto al desquicio efervescente de la noche que narra. Lo siguiente, insistir en el extraordinario trabajo de los intérpretes de la película, con la presión adicional de tener que entregar su actuación en los rangos de exigencia de un plano único que no contempla ni admite repeticiones. Todos están fantásticos, con loas y aplausos especiales para Stephen Graham (Andy), para Vinette Robinson (increíble como Carly, la chef asociada) y para Ray Panthaki (como Freeman, el cocinero conciencia del grupo, capaz de explotar y llamar a las cosas por su nombre cuando se tornan insostenibles). Estos trabajos, los de todos ellos, dan a la película una autenticidad prácticamente documental, lo cual justo hace olvidar que, en cambio, estamos frente a una ficción. Así de bien, así de contundente. Reitero: uno de los mejores films en lo que va del año; cero complaciente y que alcanza sus metas a tope,