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 DENTRO-FUERA; DENTRO-FUERA…

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 DENTRO-FUERA; DENTRO-FUERA…
 DENTRO-FUERA; DENTRO-FUERA…

Alfredo Naime

En El prodigio (The wonder) –coproducción Irlanda-Reino Unido-EEUU dirigida por Sebastián Lelio– corre 1862. La enfermera inglesa Lib Wright (Florence Pugh) llega a un villorrio irlandés, contratada para atender a la niña Anna O’Donnell (Kila Lord Cassidy), de 11 años. De inmediato la enteran de los detalles: durante dos semanas, ella y una monja deberán observar a la pequeña –sólo eso, en turnos de ocho horas– pues, según se afirma, no ha probado alimento en los últimos cuatro meses, sin deterioro alguno de su salud y en condición de profundo misticismo. Cuando Lib arguye que eso es imposible, sus empleadores, secamente, le piden limitarse a su tarea sin hacer juicios. Y cuando pregunta el por qué de la compañía de una monja, aflora el sentido profundo de la encomienda: de no descubrirse engaño alguno, confirmar que se está ante una intervención divina, partiendo de que la propia Anna sostiene que su nutrimento es maná del cielo. De resultar así, Anna sería el gran milagro de un pueblo misérrimo. Claro, los eventos atraen sobre todo a peregrinos, pero también a uno que otro escéptico. Entre ellos, desde Londres, al periodista Will Byrne (Tom Burke), comisionado para develar lo que, desde cualquier óptica racional, no puede ser sino una farsa. Es en este contexto que más días transcurren, sin evidencia de que Anna se esté alimentando de alguna forma. ¿Se trata entonces de un milagro? No todavía para Lib, quien estrecha la vigilancia sobre la niña, ni tampoco para Byrne, quien por cierto tiene un angustioso pasado propio, en ese mismo pueblo.

El prodigio –un absorbente drama de época– procede del libro homónimo de Emma Donoghue, así como de la convicción “todos necesitamos historias”, que aflora y se verbaliza a lo largo del film. Historias, ¿de cualquier tipo? En casos como este, historias de fe, de milagros, en especial si estás o has estado en medio de una crisis (los eventos aquí narrados ocurren en la Irlanda que aún no supera del todo los estragos de su terrible Gran Hambruna de mediados de siglo). Quizá es por eso que nos los cuentan entre pocos diálogos, en una atmósfera opresiva en la que más que religiosidad se percibe desconfianza. Además, oteamos que algo ominoso flota en el ambiente –no sabemos qué ni por qué– como amenaza que saltará de pronto para aportar no sólo sorpresa per sé, sino cauce definitivo a un argumento que desafía cualquier explicación. Eso “ominoso”, ¿vinculado a qué? ¿Al inconcebible ayuno de Anna? ¿A su familia? ¿Al pueblo entero? ¿A algún tipo de subtrama oculta? ¿A perspectivas fanáticas o torcidas sobre religiosidad?

Así como en el argumento de El prodigio campea un misterio, en su forma hay por igual elementos de marcada duda. Uno de ellos, el personaje de Kitty (Niamh Algar), no desarrollado: “¿quién es y por qué está ahí?”, nos preguntamos. Pero a fin de cuentas entiendes su rol, menor pero significativo, perfilado más como una “voz/conciencia” que como una presencia imprescindible. Por otra parte, introducción y epílogo de la película abren y rematan en un set cinematográfico actual, lo cual se siente abrupto (primero) e innecesario (después), pero que cobra sentido tanto en aquella inicial premisa de “todos necesitamos historias” (el cine es destacado vehículo de ello) como en la dualidad inside-out, que en su acepción “cautivo-libre” conmueve al personaje de Anna (en virtud de un giro a descubrir por el espectador), y que en su acepción “dentro-fuera” quizá remite al cine como ilusión: dentro (en él), la posibilidad de vivencias de todos los tipos, tiempos y geografías; fuera, la realidad diaria, en ocasiones parecida pero mayormente distinta. Así se construye El prodigio: como un film cercano y distante; de desdoble lento, pero interés inmediato; de fría incertidumbre pero fuego intenso, que lleva más a desear lo espiritual inexplicable, que lo racional verificable. Esto último hecho sin trampas, incluso rompiendo “la cuarta pared” como evidencia. El prodigio es, claramente, de lo mejor visto este año.

Alfredo Naime

Comentarios, recomendaciones y consejos para apreciar el séptimo arte, vertidos por el más reconocido crítico de cine en Puebla y zonas aledañas. Disfruta su videoblog.

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