En las dos columnas finales del 2022 hice un recuento de mis films favoritos en salas (Belfast y Competencia oficial) y de esos vistos en plataformas (Argentina 1985, El prodigio, La hija obscura y Madres paralelas). Releyendo y repensando, noto que faltaron cuatro títulos: tres proyectados en salas y uno, el último, vía streaming. Aquí están…
El chef (Boiling point; 2021), de Philip Barantini. Andy (Stephen Graham) es chef y socio de un concurrido restaurant londinense. En el viernes más ocupado del año, arrastra problemas conyugales (está separándose, con un hijo pequeño de por medio), logísticos (sin los insumos suficientes aceptaron más reservaciones de las aconsejables), administrativos (un inspector puntilloso está fastidiándoles) y, para colmo, de último momento se entera de que cenará ahí una crítica gastronómica con fama de despiadada. Todo esto es lo que el personal sabe e intenta controlar, pero claro, también pueden surgir imprevistos que se escapen de las manos. Es el apocalipsis culinario o casi, con los gritos y la tensión en la cocina en ebullición. Película filmada en una larga, arriesgada, alucinante toma única de 92 minutos –de precisión notable– que hace sentir la adrenalina, temperatura y urgencia de la situación global. Una intensa experiencia de relaciones interpersonales bajo presión, actuada maravillosamente. ¿Quedó claro que no es una comedia?
El hombre del norte (The northman; 2022), de Robert Eggers. Escandinavia, fines del siglo IX; el Rey Aurvandil es asesinado ante los ojos de Amleth, su hijo adolescente. El asesino es Fjolnir, hermano del monarca, quien de inmediato se proclama nuevo Rey. Milagrosamente, Amleth consigue huir y se promete vengar a su padre. Años después –ya hombre en un entorno de honor, sangre y profecías– Amleth regresa a cumplir su promesa, frente a obstáculos que le anuncian videntes hechiceros. Drama de alcances épicos, que no escatima violencia gráfica en su ilustrar del ser vikingo y la mitología nórdica. Historia, fantasía, aventura, horror, combinan aquí para una epopeya intensa, seca de humor y de cualesquiera rasgos de humanidad piadosa.
La peor persona del mundo (2021), de Joachim Trier. La treintañera Julie no sabe qué hacer de su vida; sus relaciones sentimentales son inestables y cambia de estudios a cada rato. Por fin encuentra al cuarentón Aksel, quien la aterriza bastante, hasta que ella lo bota por Eivind, un tipo amable que, como Julie, no está interesado en tener hijos. Todo esto –puntos de partida, descomposturas, nuevos inicios y nuevas descomposturas– siempre por decisiones (o indecisiones) de Julie según sus parámetros y óptica, lo que de alguna forma la hace sentir a veces “la peor persona del mundo”, aun sin ser mal intencionada. Retrato de personaje con mención aparte para Renate Reinsve como Julie. En su rostro dibujan sus sentimientos e impacto de los eventos, pero también sentimientos y avatares de esos con quienes Julie alterna, modulándose en él ese crisol incierto que es la necesidad de encontrarle sentido a la vida, social, amorosa y profesional. Un film que reconoce a vivir, amar, relacionarse, como complicado y circunstancial; o como ambiguo, al menos.
Spontaneous (2020), de Brian Duffield. De la nada y durante largos ocho meses, muchos alumnos de una preparatoria gringa…explotan. Sí, literalmente, como cualquier globo al que se pincha con un alfiler. ¿Por qué? No hay respuestas; el siguiente en reventar puede ser cualquiera, en cualquier momento, sin un patrón, salvo que todos son seniors. ¿Planes a futuro? Para qué, sin garantía de llegar siquiera al día siguiente. Aquí se trata, claro, de explorar las intenciones metafóricas; en especial, vivir “un día a la vez” e insistir en seguir adelante. Así, no es una comedia negra más, sino una suerte de lección valiosa (ofrecida, si se quiere, con recursos de fórmula). Una cinta incisiva, sorprendente, divertida, muy bien escrita y actuada, que por todo ello –a fin de cuentas– resulta memorable.