Ahora mismo está en cartelera una película importante y no menos sorprendente. Se trata de la coproducción franco-belga El amor según Dalva (Dalva; 2022), ópera prima de Emmanuelle Nicot, ganadora (entre muchos otros reconocimientos) de dos premios en el Festival de Cannes del año pasado: el Rising Star Award de la Fundación Louis Roederer, y el Premio FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) de las secciones paralelas. Su argumento es muy crudo; tiene que ver con Dalva (Zelda Samson), de 12 años, por mucho tiempo abusada sexualmente por Jacques (Jean-Louis Coulloc’h), su padre, quien ha conseguido que la niña (siempre vestida y maquillada como una mujer adulta) lo interprete todo como una gran historia de amor. De ahí que cuando la policía irrumpe en su casa para detener al tipo –el arranque de la película– Dalva reaccione desconsolada y desesperada. Es evidente que ama a su padre, sin entender en lo más mínimo lo anormal y abyecto del calculado “romance” que él ha provocado. Mientras que Jacques va a la cárcel, Dalva aterriza en un albergue de protección a menores, topando de frente con una existencia muy distinta a la que ha conocido siempre. Rebelde frente a los trabajadores sociales del sitio, no es cambiar de vida lo que quiere, sino reunirse de nuevo con su padre. Sobra referir el azoro de su entorno…y el de quienes estamos en las butacas.
Lo descrito es por supuesto terrible, además de doloroso y hasta trágico. Pero la directora Nicot sorprende al conseguir sobre eso un tratamiento acotado, contenido, que no sucumbe al escándalo, sin perder por ello fuerza, ni foco, ni indignación sobre el asunto. Tal vez sea eso lo mejor y más significativo de El amor según Dalva –incluso por encima de los apuntes y denuncia relativos a pedofilia e incesto– así como la conmovedora, precisa interpretación de la pequeña Samson (su debut como actriz), en un rol muy complicado por los particulares matices e implicaciones de este film. Zelda entrega a una Dalva alternativamente fuerte, frágil, decidida, desconcertada, suficiente, desamparada, en ciclos que reaparecen y se enriquecen según la marcha de los eventos. Una película relevante pues, cuya hondura e intensidad muy bien encuentran su lugar entre lo tan terrible narrado. Ojalá sean muchos los que vean El amor según Dalva antes de su salida de cartelera.
Ahora, para concluir columna, esta idea: si bien el cine es esencialmente imagen, con frecuencia nos aporta verbalizaciones –diálogos, textos, de fuentes diversas– que por igual inspiran que deleitan. Como esta maravilla, en El olvido que seremos (2020), cuando Quiquín, entre lágrimas, lee de un trozo de papel encontrado en el saco ensangrentado de su padre, el Dr. Héctor Abad Gómez (Javier Cámara). Palabras escritas de su puño y letra: Ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora, y que fue el rojo Adán, y que es ahora todos los hombres, y que no veremos. Ya somos en la tumba, las dos fechas del principio y el término. La caja, la obscena corrupción y la mortaja; los triunfos de la muerte y las endechas. No soy el insensato que se aferra al mágico sonido de su nombre. Pienso con esperanza, en aquel hombre que no sabrá que fui sobre la tierra. Bajo el indiferente azul del cielo, esta meditación es un consuelo. También, como la siguiente célebre “advertencia” de la legendaria Prime Minister Margaret Thatcher (Meryl Streep), en La Dama de Hierro (2011): Cuida tus pensamientos, porque se convierten en palabras. Cuida tus palabras, porque se convierten en acciones. Cuida tus acciones, porque se convierten en hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convierten en tu carácter. Y cuida tu carácter, porque se convierte en tu destino. Nos convertimos en lo que pensamos. Y como esto otro, que se establece en El Vicepresidente (2018), en alusión a Dick Cheney: Ten cuidado del silencioso. Porque mientras los otros hablan, él observa. Mientras los otros se ocupan, él planea. Y cuando los otros finalmente descansan…él ataca.
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