El Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica presenta en su Podcast detalles para conocer más de su labor. ¿Cuándo se inauguró? ¿Quién lo fundó? ¿Dónde está? Encuentra las respuestas en el Podcast del INAOE.
Caminando hacia mi trabajo -como todos los días- quise pasar una calle y me fijé hacia los dos lados; no vi nada extraño, así que crucé. No sé de dónde diablos apareció un carro a toda velocidad dando vuelta patrullera y con una preocupación nula por llevarse a un humano (típica de estos lares) pasó a escasos centímetros de donde estaba un segundo antes y me pregunté ¿Qué me falló acá?
En el mundo de ellos, nada; en el mundo normal (en el que vivo) una pequeña cosa: el personaje en turno no puso sus direccionales, avisando a qué lado iba a dar vuelta. Sí, esos pequeños cuadros de colores que tienen los carros a los costados y que brillan de forma intermitente para dar señal de la dirección que van a tomar.
No sé por qué a la gente le cuesta tanto levantar o empujar hacia abajo esa palanca que activa las direccionales y que además vuelve a su sitio original de manera muy inteligente, después de que la curva se ha terminado.
No hablamos de una palanca colosal que está al otro lado del tablero y que tienes que arriesgar tu vida impulsando todo tu cuerpo para alcanzarla, es sólo una pequeña e inocente palanquita que con un mínimo esfuerzo jalas o empujas para crear la señal. Por si fuera poco está a sólo unos centímetros del volante, es una ganga ¿no?
El único beneficio que encuentras en este tipo de situaciones, es que si no terminas debajo del carro o como volador olímpico, vas desarrollando poco a poco tus habilidades de spiderman, ya que el imbécil en turno, no es el único.
¿Que estará pensando aquel personaje que se desveló y sufrió hace años para sacar a flote este funcional invento y que por lo práctico, es colocado en cualquier carro en la faz de la tierra? Yo me estaría revolcando en mi tumba… … cuando se haga un invento que de verdad sirva para mejorar la calidad de vida es necesario adoptarlo y darle uso, para eso se inventan.
No sé ustedes, pero para un servidor, incluso para los que nacieron entre 1970 y 80, los años 2000 y 2010 inspiraban a un futuro prometedor, ultra tecnologizado, altamente civilizado y abierto a las más extravagantes ideas.
Incluso, en la década de los 80, el conductor infantil, Genaro Moreno, hermano de uno de los chalanes del Tío Gamboín, Rogelio Moreno, decía al iniciar uno de sus programas… “Bienvenidos ciudadanos del año 2000”. Qué épocas, que ganas de tragarnos el presente para arribar al futuro que prometía muchas cosas, como que se fuera el PRI, como que las elecciones no fueran una mera pantalla, como que la rivalidad entre la URSS y Estados Unidos dejara de paranoiquear a la banda de todo el planeta con su Guerra Fría.
Incluso, Arthur C. Clarke escribió tres grandes novelas, emblemáticas de la ciencia ficción del siglo XX, las odiseas 2001, 2010 y 2020, de ellas Stanley Kubrick llevó a la pantalla grande las dos primeras. En ellas planteó el descubrimiento de un monolito puesto en la luna por una civilización extraterrestre que recibía señales desde Júpiter, lo que propició que un grupo de astronautas se aventuraran al planeta gigante de gas y regresaran 10 años después para que el astro se convirtiera en un gran sol.
En la trama destacan los viajes espaciales civiles, a través de PAN AM, estaciones espaciales gigantes y naves con inteligencia artificial, capaces de viajes largos de tres años con tripulación, todo ello, en el contexto geopolítico de la Guerra Fría.
Sin embargo, llegamos al 2010 y PAN AM ya no existe, así como la Unión Soviética; la estación espacial es lo único que sí se logró, pero con dimensiones más modestas y el vuelo espacial comercial, apenas comienza a hacer sus pininos; además, el vuelo espacial prolongado aún es un anhelo de la NAZA.
En fin que el mundo no se parece nada al contexto de las odiseas espaciales de Clarke, ni a los Supersónicos; no hay tele transportación, pero hay Internet, no hay vehículos voladores que sustituyan a los autos, pero estos ya usan combustibles alternativos y hasta son medio inteligentes, por lo menos más que muchos de sus usuarios.
Arribamos a estas épocas holísticas, pre futuristas, con crisis económicas, políticas, sociales y de valores; ya ni los OVNIs nos apantallan; pero lo que sí es lo de hoy es el apocalipsis, el interés por los asteroides y su posible choque con nuestro planeta, el cuestionado calendario maya que termina en 2012 y sus consiguientes sagas cinematográficas parecen ser el principal interés de las masas terrícolas de la primera década del tercer milenio. Lo de hoy es el fin del mundo, por la causa que sea, un asteroidazo, una flama solar, el desequilibrio climático o cualquier cosa que extermine la vida en la tercera roca después del sol. Acorde con estas paranoias post futuristas es que su servilleta ha decidido reformar este espacio y dedicárselo al PECADO… una especie de neo Divina Comedia; un chorizo dantesco, hecho con recuerdos, pláticas, sueños, realidades y ficciones que explorarán los laberínticos rincones de lado obscuro de nuestra psique e historias personales.
Así que prepárense, ya que ésta será una serie por entregas semanales, donde el infierno no es una cuestión del más allá y la eternidad, sino de esta vida, las cuales serán intercaladas con otro tipo de colaboraciones, según lo dicte nuestra loca realidad inmediata o el estado mental y anímico, del que escribe (o sea, si se me da o no lo gana, así es la pseudo literatura). El caso es que, mis estimados cómplices, les prometo iniciar esta década, con todo el ingenio que me queda, para propiciar su interés por este tiradero de ideas, llamado el blog del Cravioto. Buen 2010 y salud.
Seguramente recordarán aquella canción que interpretaban Rocío Dúrcal (q.e.p.d.) y Juan Gabriel (“Déjame vivir”), en la que ella daba por terminada su relación amorosa. Según narraba la historia no había esperanza de reconciliación y él, de manera muy “delicada”, insistía: “¿no quieres nada naranaranaranaranara?” La respuesta era contundente: “¡que no, que no!”.
Admiro a la gente que sin sentimiento de culpa se atreve a decir “no”, cuando algo le incomoda, o simplemente está en desacuerdo en que un tercero le organice la vida.
¿Por qué nos cuesta -a algunos- tanto trabajo negarnos? Son dos simples letras, una palabra muy pequeñita y no es tan difícil de pronunciar. El problema viene cuando nos afligen los sentimientos del otro; cuando nuestra educación nos impide decir lo que pensamos para no herir susceptibilidades y se nos dificulta esquivar el bache de “quedar bien con todo el mundo”.
¿A quién no le ha pasado que un sábado por la noche, con todas las ganas de quedarse en casa a ver una película, leer o simplemente descansar, tiene que emperifollarse para ir a la “cenita” del primo hermano del compadre de la vecina al que le fue imposible decirle que no? Resulta que lo agarraron “de bajada” y no se le ocurrió un buen pretexto para negarse.
O aquellas que por evitar que la gente en el supermercado las juzgue como madres desnaturalizadas, acceden a comprarle la paletita al chamaco. No sin antes haber pasado el “teatro” donde el muchachito se ha revolcado por los pasillos durante media hora, rogándoles a moco tendido, que le compren no sólo la paletita, sino otros 387 artículos más. O peor aún, que pudiste haber reducido tu lista de novios de 16 a 5 (sólo los menos malos). Pero como no querías herir sus sentimientos le decías que sí ¡hasta al jardinero¡!!, (no es mi caso ¿eh?, porque el jardinero era mi hermano).
Bueno, ejemplos hay miles. Lo cierto es que también nos cuesta trabajo aceptar un “no” por respuesta, y entonces nos damos a la tarea de insistir hasta que la única salida para el interlocutor es decir que sí. A veces pienso: o está persona es demasiado necia, o yo soy muy débil, pero eventualmente acabo diciendo que sí, cuando quería decir que no.
Deberíamos aceptar que cuando la gente tiene ganas de ir a donde la invitas y puede, no tiene problema en decir que sí y cuando no pues no, (me estoy sintiendo un poco identificada con Cantinflas). Qué mejor que tu reunión sea todo un éxito, sabiendo que quien ahí departe, es porque realmente así lo quiso y no por compromiso, aunque de los 300 invitados sólo vayan dos, pero eso sí ¡bien convencidos!
Saber decir “no” tiene sus ventajas: de entrada seríamos menos en el planeta, seguramente tendríamos más lanita, más tiempo y menos ojeras. Quizá también menos amigos, pero sinceros.
¿Que si pueden hacerme comentarios? ¡Por supuesto que sí!, no puedo negarme.
Muchas veces nos quejamos de las nuevas generaciones, que con los años parece que vienen revolucionadas. En cualquier cuestión nos ganan y hasta nos pueden dar clases. Pero bueno, no creo que debamos culparlos, todo el mundo está cada día más acelerado.
Ya nada se parece a lo de antes, y lo digo yo, que nací a finales de los 80 y me formé en los 90.
Si escuchaba a la Onda Vaselina, Fey y Gloria Trevi en su mejor momento, ahora los “chamacos” viven con la filosofía Daddy Yankee y le dan más gasolina. Yo, en tanto, buscaba a mi media naranja y me comía una papa sin cátsup.
Y bueno, qué me dicen de las caricaturas, a mí me tocaron los Picapiedra y los Pitufos, la caricatura más grosera fue la de Pokémon 1 –porque ahora ya va la temporada mil ocho mil- y la Vaca y el Pollito, que de verdad era una basura. Hasta teníamos más criterio para elegir qué ver.
En estos días la mejor forma de castigar a los niños que hacen cosas mil veces peores de las que hacíamos nosotros, es dejarlos sin televisión o sin videojuegos, cuando antes el castigo más horrible era no dejarnos salir a jugar “bote pateado” con los vecinos; porque eso sí, disfrutábamos de salir a jugar con la bicicleta o los patines y no de estar encerrados jugando Xbox y comiendo palomitas.
Pero yo también puedo hablar de videojuegos: mataba patos y me enojaba con el perro burlón que se ríe para dentro, rescataba a la princesa con vestido rosa y montaba un din
osaurio verde come manzanas con botas chistosas, yo sí le soplaba a los cartuchos viejos y los cambiaba entre los cuates. También creíamos que era una verdadera odisea presionar tantos botones – que no pasaban de 8 por control- ahora los niños de 5-6 años se las ingenian para presionar hasta el doble de los de antes. A mí se me hace que las nuevas generaciones nacerán con un dedo de más, Darwin es un señor muy sabio.
Qué decir de los correos, nosotros los creamos a los 15 años y tenían las iniciales de nuestros nombres o la fecha de nacimiento, y ahora, ya tienen correos como “afrodita_sexy”, o “dragón_azul”.
Las generaciones cambian, no nos queda de otras más que adaptarnos a los nuevos tiempos e inventarnos otro año para que se acabe el mundo, por que el 2000 ya pasó.