Editorial | La Historia como fue

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icen que la historia la escriben los vencedores y es cierto. Ninguna victoria esta completa hasta que los errores, las barbaridades e incluso las atrocidades cometidas en el fragor de la lucha, sea esta violenta como una guerra o no tanto, como una batalla política en el terreno de las ideas, son explicados y justificados como necesarios, inevitables o propios del calor del momento. Por eso los vencedores escriben sus razones y cargan las culpas de lo terrible a los vencidos.

Pero eso sucede en el momento inmediato posterior al final de la contienda y sirve para darle curso a los acontecimientos sin el lastre de la explicación que pudiera exigirse. La obligación del historiador es investigar los hechos cuando la verdad escueta ya no detiene la marcha normal de los sucesos cotidianos, o sea, una o dos generaciones después, treinta, cuarenta o cincuenta años más tarde.

Y la investigación histórica es importante porque no se puede ignorar una verdad sin correr el riesgo de volver a equivocarse y andar otra vez lo andado, con el alto costo de sufrimiento humano y de discordia social que esto puede implicar.

Ahora bien, cuando la explicación de los acontecimientos no es producto del trabajo de investigación con rigor profesional, sino de la conveniencia política del momento, lo que tenemos no es una historia contada por los vencedores sino una perversión, una falsificación de la verdad como argumento para justificar lo que el poderoso del presente desee hacer. El modo es simple: defino lo que conviene como muy malo e identifico a mis adversarios con ello y defino lo que me parece como muy bueno, heroico y patriótico y me identifico con eso. Un acomodo perverso de la realidad.

Escribo lo anterior porque próximamente se cumplirá el centenario de la muerte de un personaje histórico que ha servido durante muchos años como el referente de lo peor que políticamente ha acontecido en México, el General Porfirio Díaz Mori. Creo que pocos personajes han sido tan utilizados tan perversamente como el oaxaqueño para justificar todo tipo de acciones políticas posteriores a su tiempo.

De Porfirio Díaz, su realidad y su tiempo daré mi opinión en próximos textos.

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