El pasado fin de semana pude ver a Anna Kendrick en Mike y Dave: los buscanovias; vi también, El demonio neón, la más reciente cinta de Nicolas Winding Refn, el realizador de Drive (2011); y finalmente, hice presencia en Amigos en armas (War dogs), basada en hechos reales que, como seguido pasa, resultan más sorprendentes que cualquier encendida ficción. La pregunta es: ¿cómo me fue por la siempre atesorada obscuridad de la sala de proyecciones?
Mike y Dave: los buscanovias (Mike and Dave need wedding dates), de Jake Szymanski, es una comedia provocativa más que, olvidable y todo, aprovecha bien su concepto y situaciones para ser divertida (justo lo que pides de una comedia). ¿Su resorte argumental? Ante la cercanía de la boda de su querida hermana menor, los inseparables –e inmaduros– Mike y Dave (Adam Devine; Zac Efron) son estrictamente advertidos por el clan familiar: nada de echar a perder la fiesta nupcial con idioteces, como ya lo han hecho en muchas otras ocasiones. Para minimizar el riesgo, deberán llevar pareja a la celebración; chicas gratas, educadas, intachables. ¿Podrán los carnales honrar esto? Improbable, porque las “elegidas” son Tatiana y Alice (Aubrey Plaza y Anna Kendrick), dos descocadas cuya única motivación es la de unas vacaciones pagadas en Hawai, lugar de la boda. Resultado, una sitcom plena de enredos, de momentos tanto graciosos como incómodos, que forjan una nueva comedia “para adultos” (tendencia actual en EEUU). Eso sí, la sesión de masaje especial a Jeannie –la dulce novia– da para una escena que por sí sola vale el boleto.
En cuanto a El demonio neón, su director Winding Refn –no hay duda– tiene un notable dominio del oficio. Lo demuestra, casi lo presume, en cada tramo de este su 10º film. Tiene que ver con la llegada de Jesse (Elle Fanning), una adolescente sin familia, al mundo del modelaje angelino, cuyos inescrupulosos miembros de inmediato perciben (y envidian) ese algo natural, extraordinario –por el que “matarías”– de la recién llegada. ¿Será posible robarle ese algo? Bueno; al menos van a intentarlo, del modo que sea. El demonio neón, inquietante y frecuentemente brillante, termina siendo pretenciosa, o eso me ha parecido. Vamos: como si su realizador y sus búsquedas estuviesen por encima de la película toda. Pero más allá de esta percepción, es innegable que la experiencia de sumergirse en ella y enfrentarla merece la pena, porque El demonio neón es siempre absorbente y sabe dirigir sus impactos justo a donde más shock producen al espectador. Así pues, hay que atreverse; aunque claro, verla por segunda vez ya es otra cosa.
En cuanto a Amigos en armas, su historia, verídica, parte del artículo “Arms and the dudes”, publicado por Rolling Stone en 2011. Se refiere a como David Packouz (Miles Teller) y Efraim Diveroli (Jonah Hill), dos veinteañeros de Miami Beach, se adjudicaron en 2007 –del Pentágono mismo– un contrato por 300 millones de dólares para surtir de armas a la milicia aliada de Afganistán. Claro, en la película pasan muchas cosas antes y algunas después, para un paquete sinérgico que da cuerpo y substancia a un affaire realmente increíble, pleno de riesgos y de aristas ilegales, justo en el país más controlador del mundo. ¿Inverosímil? Tal vez; pero cómo respaldarlo si lo que se te narra en efecto pasó. Amigos en armas no es la más redonda de las películas, pero sí genuinamente interesante, aunque arranque en un tono de comedia que ya en el segundo acto se hace insostenible. A partir de ahí te das cuenta de que no estás ante un film cualquiera: las sombras, la sangre, las mentiras, las traiciones, al final del día pesan y cobran su factura. Justo al ritmo en que las guerras del planeta –todas– dejan de verse como detestables reacciones intolerantes, para “valorarse” como negocios. ¿Negocios cualquiera? No, qué va; negocios de esos que se etiquetan como one-in-a-lifetime. Pobres de nosotros.
