Tiempos en que Dios era omnipotente
y el señor Don Porfirio presidente
tiempos ¡ay!
tan iguales al presente
Renato Leduc
El 2 de julio de 1915 falleció en Paris el General Porfirio Díaz Mori; según su familia, su última voluntad fue que sus restos se enterraran en Oaxaca, pero la circunstancia de entonces y la utilización de su figura para validar posturas políticas posteriores, han hecho imposible el cumplimiento de su deseo. Creo que es tiempo de valorar la vida y las acciones de Porfirio Díaz que fue dictador 30 años pero vivió 85. Díaz cometió errores, algunos muy graves, pero fue un patriota aun en sus excesos, siempre convencido de que sus decisiones eran las adecuadas para el país.
Su talento militar fue determinante en la victoria liberal cuando la guerra de Reforma y también fundamental en la lucha contra la intervención extranjera de 1864 a 1867. Su capacidad política consolidó la república que diseño Benito Juárez, de quien fue discípulo en Oaxaca y a cuya exaltación como gran mexicano, benemérito de la Patria, contribuyó en buena medida. Se preocupó por la educación e introdujo las modernas ideas liberales de su época en su largo gobierno.
Lo negativo de su mandato ha sido difundido profusamente, con frecuencia para contrastarlo con las bondades de los poderosos en turno en el siglo largo que ha transcurrido desde el fin de su gobierno y no se debe ignorar. Es el tirano de Valle Nacional, de los hacendados todopoderosos, de las tiendas de raya, del «si los detienes in fraganti, mátalos in continenti», de la Acordada, de los militares beneficiados de sus primeros años de poder y los científicos privilegiados de sus últimos tiempos como presidente. También es el que consiguió pacificar al país por treinta años después de setenta de guerra; «la paz de los sepulcros» dicen sus detractores, con razones, pero en los setenta años anteriores también abundaron los sepulcros de las guerras interminables.
Porfirio Díaz esta del lado de los malos de nuestra historia, acompañado de Cortés, de Iturbide y de Miramón, entre otros injustamente condenados, porque así ha convenido a los que llegaron al poder con menores méritos y no toleran ser opacados por patriotas que los disminuyen. Pero nadie lo puede poner del lado de los traidores a la Patria, de los que no se equivocaron en su apreciación política y confundieron lo correcto con lo erróneo, sino que prefirieron su personal conveniencia y bienestar a cualquier costo, aun el de entregar lo que no era suyo sino de los mexicanos, su territorio, su soberanía, su libertad y hasta su voluntad democrática; de ese lado están Antonio López de Santa Anna y Vicente Fox Quezada, presidentes responsables de alta traición como demuestran sus acciones, que además huyeron a tiempo para evadir su responsabilidad.
¿Es diferente el México actual al del porfiriato? Entonces estaban los científicos y hoy los multimillonarios de la lista de Forbes, entonces Valle Nacional y hoy los obreros de las minas y los campesinos de San Quintín – por poner un ejemplo -, entonces el mátalos en caliente y hoy los miles de muertos en fosas comunes de los que no se sabe ni sus nombres, entonces la Acordada y hoy las policías de todo nivel, abusivas, corruptas e impunes. Y nadie pide el exilio para los presidentes que en los últimos 30 años han destrozado a la nación.
Yo no santifico a Díaz ni a nadie, pero insisto en hacer un estudio profundo y objetivo de su vida y de sus acciones, una historia imparcial que sirva para entender como se forjó esta Patria y nos ayude a impedir que se repitan los errores que tanto costaron a los mexicanos. Eso, repetir errores es lo que estamos haciendo y volvemos a padecer sus consecuencias.
Termino diciendo que considero justo que los restos del General Porfirio Díaz sean enterrados en Oaxaca, su tierra. Este mexicano de grandes contraste merece que se atienda su última voluntad.