No es raro que películas significativas salgan de cartelera muy pronto, como resultado del desinterés de un público más atento a las blockbusters de temporada que a films de menor mercadotecnia y convocatoria. Aquí le hacemos justicia a cuatro de ellos, en una suerte de “ciclo” al que podemos llamar Cintas injustamente desairadas.
Anestesia (2015), de Tim Blake Nelson. Desde eventos aparentemente inconexos, varias vidas intersectan: un profesor universitario de Filosofía a punto de jubilarse (el personaje nuclear); un adicto renuente a recibir ayuda; una esposa y madre alcohólica; un marido infiel con sentimientos de culpa; una pareja inmersa en una enfermedad terminal y una estudiante sin vínculos con el mundo. Historia de perspectivas múltiples sobre vivir en el atemorizante mundo de hoy y sobre las preguntas esenciales para hacerlo: ¿Qué es la vida? ¿Cómo y para qué vivirla? ¿Qué nos hace ser lo que somos? ¿Por qué nos sentimos dolorosamente solos? Con todo, Anestesia termina siendo optimista, más allá de cierto aspecto de su resolución. Walter, el filósofo, azarosamente lo adelanta desde el primer acto: “Jamás creí en nada; ahora creo en todo”. Pero no es redonda: anticipa rasgos de sus personajes que la audiencia debiera descubrir sola, además de que “sientes” la escritura del diálogo en el guion. No obstante, sus méritos terminan por sofocar cualquier inconsistencia.
Bayoneta (2018), de Kyzza Terrazas. Agobiado por el sentimiento de culpa tras el desenlace trágico de una de sus peleas, un boxeador retirado, a quien apodan Bayoneta, se ha exilado en Finlandia, convertido en una suerte de fantasma solitario. Además, huyendo de sus remordimientos, abandonó en Tijuana a su mujer y a su hija preadolescente; pero anhela regresar, para reintentar (al menos con su hija) el reencuentro con una vida nueva, diferente al remedo que ha venido tolerando por años. Bayoneta crece en el tour de force interpretativo de Luis Gerardo Méndez. Crispado, alerta, atormentado, su Bayoneta es el argumento, las encrucijadas que le acosan, y la soledad y el frío finlandeses. Receptor de una información “por goteo”, el espectador debe esforzarse para hilar el mapa vital de ese ex-boxeador íntimamente devastado. Película mexicana superior al promedio reciente.
Crimen en El Cairo (2017), de Tarik Saleh. Una prostituta es asesinada en el hotel del título y las evidencias escalan hasta las más altas esferas de empresarios y políticos, mientras el país se debate entre las protestas al régimen de Hosni Mubarak y las cruentas represiones consecuentes, en el intenso marco de la primavera árabe del 2011. Absorbente film noir de tonos trágicos, que aprovecha los espacios de una urbe sórdida y la corrupción policiaca. Sus personajes son todos antihéroes, que actúan por dinero, que fuman sin parar y que, como no buscan redimirse, sólo estiran la mano para un soborno o para despojar a alguien, antes de ponerse un nuevo cigarrillo en la boca. Así, el film deja la impresión de que lo poco parecido a la decencia, llega demasiado tarde. Un verdadero noir…
Flores rotas (2005), de Jim Jarmusch. Un soltero otoñal recibe una carta anónima, en la que alguna de sus parejas de 20 años atrás (¿quién de ellas?) le hace saber que tiene un hijo suyo. Ante la cuestión (y la duda), el tipo viaja hacia las mujeres a las que amó por entonces, para confirmar o aclarar las cosas. También le sirve para reencontrarse con su pasado y consigo mismo, entre recurrentes muestras de que lo ido ya no regresa. Y si no regresa, ¿cómo corregirlo? Película sustentada casi por completo en la contenida actuación de Bill Murray. Obra emocional que busca ser reflexión de temas importantes; de la soledad por ejemplo, sea decisión o consecuencia. También, del inexorable paso del tiempo, que no sólo te hace viejo, sino además se lleva muchas vivencias memorables. Y por igual, una reflexión sobre el necesario balance vital; eso que intentamos ante una encrucijada apabullante, de ilusiones truncas y proyectos inconclusos.
