El único hombre que podía representar los intereses de criollos, mestizos e indígenas -además de minorías europeas, afrodescendientes y otras- era Agustín de Iturbide, eficiente militar de origen realista que comprendió el momento histórico y logró, con visión política de Estado, la constitución de un nuevo país, libre y soberano; por cierto, con mayor extensión territorial que nunca después.
La historia oficial, con sus acomodos de circunstancia, ha querido sustituir la figura y los méritos del llamado Dragón de Hierro con la de Vicente Guerrero, que no hubiera podido aglutinar a su alrededor a todos los sectores nacionales existentes pues él era un popular hombre de su región pero desconocido para muchos.
Iturbide, con Hernán Cortés, Miramón y Porfirio Díaz, es uno de esos despreciados antihéroes que han servido para enaltecer a los héroes oficiales -Cuauhtémoc, Juárez y los curas Hidalgo y Morelos, marcadamente- que no necesitan esas ‘ayudas´ oficialistas pues sus méritos son indiscutibles.
Pero los políticos profesionales, acomplejados o mezquinos, no quieren reconciliarse con la Historia, prefieren la maniquea división entre buenos y malos para identificarse con aquellos y poner a sus adversarios al lado de estos. Y perdemos los mexicanos, pues ocultan una Historia hermosa, de contrastes y heroísmo, de trabajo y esfuerzo, que debía ser conocida en todas sus facetas.
Agustín de Iturbide merece ser reconocido como héroe, sin más. No fue perfecto, nadie lo es, tuvo debilidades -pudo haber entrado a la capital al frente del triunfador ejército Trigarante antes del 27 de septiembre pero quiso hacer coincidir la fecha gloriosa con su cumpleaños, por ejemplo- y grandes defectos, como dejarse convencer por sus ambiciosos lambiscones -nunca faltan- de hacerse Emperador, aunque hay que decir, en su descargo, que un Imperio o Reino, tenía sustento en la forma de gobierno de siempre en el país, desde la época prehispánica; no entendió como sí lo hizo Bolívar, que el futuro de América estaba condicionado, en lo político, por las ideas de las revoluciones estadounidense y francesa.
El año próximo se cumplirán 200 años de independencia; yo propongo que esa efeméride sea fecha de reconciliación nacional, de reconocimiento de la mexicanidad como es, plural y diversa, con héroes de distintas ideas, y se aproveche para propiciar una vida democrática real, más allá de asuntos de coyuntura, politiquería y demagogia.
Para el presidente Andrés Manuel López Obrador se presenta, si se lo plantea, una gran oportunidad de pasar a la Historia como el Estadista que con visión patriótica, refundó a la nación desde la verdad y la fraternidad, a 200 años de su existencia.
Por lo pronto, yo invito a que cada 27 de septiembre gritemos ¡Vivan los héroes, todos, que forjaron la Patria!
