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Winslet; Kate Winslet

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Kate Winslet
Kate Winslet

Es oficial: mi actriz internacional favorita es la británica Kate Winslet, siete veces nominada al Oscar y ganadora de la estatuilla por El lector. Principalmente se le recuerda (inevitable) por Titanic (1997), pero mucho también por Sensatez y sentimientos (1995), Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004), Secretos íntimos (Little children; 2006) y Sólo un sueño (Revolutionary Road; 2008). El pasado 5 de octubre cumplió 45 años, un buen pretexto para dedicarle esta columna revisitando dos de sus películas: justo la que le mereció el Oscar y, a contraflujo, Belleza inesperada, una de las menos felices (hay de todo en la viña del Señor), de la cual lo único recordable quizá es, precisamente, su cast de soporte, con Helen Mirren, Keira Knightley y Winslet a la cabeza. Vamos, pues…

El lector (2008), de Sam Mendes. La base de su historia se ubica en 1958, en el Berlín Occidental de la postguerra. En flashback, un hombre de mediana edad, Michael Berg (Ralph Fieness), recuerda eventos desde su presente de cuatro décadas más tarde. En aquel 1958, el joven Michael, de apenas 15 años, es auxiliado de un ataque de escarlatina por una desconocida, Hanna Schmitz (actuada en rango de perfección por Kate Winslet), treintona solitaria y enigmática. El encuentro deriva en el inicio de un apasionado affaire entre ambos, hasta la súbita, misteriosa e inexplicable desaparición de Hanna, que deja a Michael desolado y herido. A lo largo de esos días, el joven leía a la mujer, en voz alta, todas las historias que le asignaban en el colegio; pasajes tan plenos y satisfactorios como el sexo posterior de cada reunión…hasta la desaparición de Hanna. Una década después, Michael –como estudiante de leyes– atestigua el juicio contra un grupo de mujeres acusadas de contribuir a la muerte de 300 judíos durante el holocausto. Una de las acusadas es Hanna. En el curso de sus declaraciones surge un detalle, un recuerdo, que hace comprender a Michael algo –cierto rasgo– que no exculpa a Hanna, pero que puede ayudarla frente al inminente dictamen condenatorio. Sin embargo, el joven estudiante no puede sino callar. El lector no es un mero film más sobre los crímenes nazis, sino una reflexión sobre cuestiones morales alrededor de la subyacente responsabilidad del otro, de los otros, en eventos injustos, malignos, criminales. De esos otros que, sabiendo lo que pasaba, callaron, consintieron y se deslindaron, volteando a otro lado. Así pues, moral, culpa, ambigüedad, remordimiento, complicidad, conciencia, son puestos a discusión en un drama poderoso, profundo, pleno de implicaciones y demandas.

Belleza inesperada (2016), de David Frankel. Kate Winslet interpreta a Claire, una ejecutiva que ha desatendido sus propios anhelos personales al dedicar todo su tiempo a la compañía en la que trabaja. Un tipo, Howard (Will Smith), se encara con el Amor, con el Tiempo y con la Muerte (así, en mayúsculas) después de una devastadora tragedia familiar. Lo hace, literal, enviándoles respectivas cartas recriminatorias, en las que les echa en cara sus engaños y vileza. Esa idea de cuestionar epistolarmente al universo (a través de tres de sus abstracciones) no deja de ser sugerente, pero la película contamina cualquier eventual “espiritualidad” de origen al vincular los eventos –una lástima– al mero éxito de una compra-venta corporativa que salve de la ruina a sus accionistas. En efecto, es sólo por eso que Amor, Tiempo y Muerte responden y “contactan” a Howard. Consecuencia: adiós a cualquier profundidad de tomarse en cuenta (filosófica o no) y hola Wall Street; así anda el mundo de hoy. Belleza inesperada tiene trampillas –inocentes, pero trampas al fin y al cabo– que llevan a un clímax y a una resolución que, en efecto, manipulan. Queda pues como una decepción, bien ilustrada por Jude Dry en Indiewire: “Por la forma en que Whit (Edward Norton) y sus socios hablan aquí de cifras y dinero, Belleza inesperada termina siendo otra historia sobre ricachos malcriados”. Larga vida a la maravillosa Kate Winslet.

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Alfredo Naime

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