Año dificilísimo, recordaremos al 2020, claro, como el año del Covid (el primero, al menos), pero también como ese en el que murieron Maradona, Kobe Bryant, Paolo Rossi y Manzanero. El año en el que a Cruz Azul le remontaron un 4-0. El año en el que el pijama se convirtió en ropa de vestir, e ir al “super” en el único “paseo”, atrevido, que podía justificarse. El año, también, en el que el confinamiento dio la oportunidad de ver algunas películas sobresalientes –o cuando menos interesantes y/o entretenidas– a través de Netflix y otras plataformas de streaming. Fueron muchas, de las que aquí recupero las que primero me vienen a la mente, no sin antes decir que hay mucho que agradecer al streaming como alternativa, pues no sólo ofreció su baraja de entretenimiento, sino también –en cierta forma– la sensación de estar acompañados y menos inertes. O así fue, en mi caso.
Disfruté mucho el musical español La llamada, de Javier Ambrossi y Javier Calvo, film en el que Dios trasiega y conmueve el alma de la jovencita María (Macarena García), cantándole “en persona” –y con envidiable feeling– canciones de…Whitney Houston. No refiriéndome a esto último, sino a Macarena García, hay que reconocer que Dios tiene un gusto impecable. Y menciono un musical más, El baile (The prom), de Ryan Murphy, en la que un grupo de figuras de Broadway (que siguen su propia “agenda”) llega a un pueblo de Indiana para abogar por una adolescente gay a la que no le permiten llevar a su novia al baile de graduación. El cast es de llamar la atención –Meryl Streep, Nicole Kidman, James Corden, entre otros– además de presentar a Jo Ellen Pellman como Emma, la dulce chica en cuestión, que tiene voz y sonrisa de ángel. Un film que, por supuesto, tiene hermosas canciones y atractivas coreografías, muy bien ejecutadas.
Por otra parte, el melodrama romántico Si supieras (The half of it), de Alice Wu, resultó una gratísima sorpresa. En ella, Ellie (Leah Lewis), una estudiante solitaria y brillante, es “contratada” por un compañero para escribirle una carta de amor anónima a la joven de la que está enamorado. En el transcurso se hacen amigos; todo bien, excepto por el hecho de que Ellie también se enamora de la chica. Una cinta realmente disfrutable –aguda, inteligente, sensible, actuada a la perfección por Lewis– cuya cereza en el pastel es el hermosísimo rostro de Alexxis Lemire, intérprete de Aster, la joven rompecorazones. Destaco también el drama Tormenta de arena (Sufat Chol), de Elite Zexer. En una aldea de beduinos, la anfitriona de una boda justo es la humillada esposa del hombre que se casa por segunda vez, con una mujer mucho más joven. En tanto, su hija adolescente mantiene noviazgo con un chico de otra tribu; algo inadmisible, a prohibirse por mandato de las costumbres. Madre e hija devastadas por las inmemoriales “normas” históricas que rigen a las mujeres de esas etnias y geografías, que son asfixia para sus sueños. Cinta seria, valiente, certera, que con ojo crítico versa sobre la aflicción de hacer lo que se te ordena, en vez de tus deseos más profundos y esenciales. Y finalmente…
Cielo de medianoche (The midnight sky), de George Clooney. Es 2049; el aire de la Tierra se ha envenenado. En el Ártico, solo y enfermo, un científico entiende que la única posibilidad de continuidad para la raza humana se encuentra en el espacio, en el grupo de astronautas que justo ha confirmado como habitable un planeta recién visitado. Así, busca enterarles de la catástrofe (antes de que regresen), hacia un intento de que nuestra especie prevalezca en otro sitio. Ciencia-ficción existencial –cercana e íntima por ello– que tangencialmente pone de nuevo en el horizonte el tema de un planeta desfalleciente: el nuestro. Bien realizada, es pues más emotiva que emocionante; más para reflexionar que para entretenerse, con poco diálogo y una visualidad de primera. Ya veremos qué tanto resiente el público (o no) la falta de aliens aterradores y de combates espectaculares.