Lo dulce no quita lo valiente

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¿Existen las películas dulces? Por supuesto; desde siempre y muy agradecibles, si bien a veces, viéndolas, no pocos espectadores echan de menos lo contrario –tensión, conflicto, urgencia– y por ende interpretan que en la (dulce) cinta en cuestión “nada pasa” o muy poco apenas. Claro, el concepto “dulce” puede variar mucho de persona a persona, según el temperamento, la sensibilidad, la edad, etc., de cada cual. Como sea, aquí propongo un puñado de cintas dulces a mi parecer, que en buena medida me gustaron justo por eso. Nada mal estaría un ciclo en casa con ellas, en familia, para recargar pilas, para levantar el ánimo y, también, para acordarnos que siempre hay (claro) alternativas a la saga de Saw. Las enlisto cronológicamente, con la firme intención de no caer en obviedades.

Los paraguas de Cherburgo (1964), de Jacques Demy. De sólo 16 años, Genevieve está enamorada; pero son tiempos de guerra y su joven novio es reclutado para combatir en Argel. Con buenas intenciones, la madre de la chica piensa que la solución es un amable comerciante local, en especial porque –después de meses– Genevieve sólo recibe una carta desde Argel. Una maravilla totalmente cantada, con la inolvidable música de Michel Legrand y la luminosa presencia de Catherine Deneuve. Justo la película que inspiró La la land. Un día especial (1977), de Ettore Scola. Un ama de casa sometida y un homosexual (dos “marginales”, según los parámetros de la Italia fascista) se conocen en su edificio, el día de 1938 en que todos en Roma han salido a las calles para recibir con fausto a Hitler, en su primera visita oficial. Ambos construyen su propia celebración y se enriquecen del encuentro con su propia “jornada especial”, aunque el curso de sus vidas quede intacto.

El festín de Babette (1987), de Gabriel Axel. A fines del siglo XIX, la refugiada francesa Babette Hersant es aceptada como doméstica en una estricta comunidad religiosa danesa. Tiempo después, Babette agradece con un banquete pleno de arte y detalles, con el que reafirma su fe en la vida y que, por igual, mueve a los comensales a superar pequeños rencores para acercarse más a Dios. Según la crítica, “una fábula contada con pasión, inteligencia y lujo”. El cartero (1994), de Michael Radford. Cinta en la que un misérrimo cartero –enamorado, sin saber cómo expresarlo– solicita la ayuda del gran Pablo Neruda. Ese candor es justo el sello, la magia, de esta sobria, conmovedora película, contada precisamente con la cadencia de un poema amoroso. Amelie (2001), de Jean-Pierre Jeunet. La protagonista, Amelie, inmersa en su propio mundo de fantasía, descubre que es posible alegrar a sus semejantes tan sólo con “rodearles” de buenas acciones desinteresadas. Una imaginativa joya –traviesa, romántica y estimulante a partes iguales– que además se las arregla para incluir (y aprovechar) una pequeña y sutil dosis de perversidad.

Descubriendo la amistad (The station agent; 2003), de Tom McCarthy. Fin es un enano solitario cuya vida transcurre entre la pasión por los trenes y el anhelo de que los crueles y curiosos lo dejen en paz. Al heredarla, Fin se muda a una abandonada estación ferroviaria de pueblo, en donde conoce a personas que comparten su misma necesidad de compañía afectuosa, confiable y sincera. Película serena, melancólica, que tiene un encanto especial. La interacción de sus personajes –plena, significativa– es lo que permite entenderla como una cinta acaso callada, pero no “triste”. Érase una vez una canción (Once; 2007), de John Carney. Narra el encuentro (en las calles de Dublín) y la creciente amistad de un cantante/compositor aspirante, con una pianista checa inmigrante. La música los une, igual que sus encrucijadas íntimas y sus búsquedas personales. Pequeña gema relativa a una historia de amor atípica pero genuina. Y bueno, en este primer intento se me quedan en el tintero al menos dos películas argentinas, ambas de Carlos Sorín: Historias mínimas (2002) y Bombón, el perro (2004). Lo dulce no quita lo valiente.

Alfredo Naime

Comentarios, recomendaciones y consejos para apreciar el séptimo arte, vertidos por el más reconocido crítico de cine en Puebla y zonas aledañas. Disfruta su videoblog.

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