La semana pasada inicié, en este espacio, el balance de los mejores films que pude ver a lo largo del año. En cuanto a cine internacional, mencioné Alcarrás, Los espíritus de la isla, Tár, Sundown, La niña callada, Ellas hablan, Broker y Aftersun. Finalizo la mirada con los siguientes dos títulos…
Hojas de otoño, de Aki Kaurismaki. En Helsinki, Finlandia (el país en el que más feliz se vive, según encuestas), Ansa y Holappa, dos obreros solitarios de mediana edad, se conocen en un karaoke. Se atraen, pero no se hablan. Más adelante se reencuentran, se citan, se enojan, se pierden, se buscan y vuelven a encontrarse. Así su incipiente historia de amor, en un agridulce, austero, tono de azar, serenidad y silencio –en medio de la dura vida proletaria– al tiempo que la radio informa sobre los ataques rusos a Ucrania. Oppenheimer, de Christopher Nolan. Drama histórico centrado en los eventos que llevaron a J. Robert Oppenheimer al liderazgo de la concreción de la bomba atómica antes que Hitler, en feroz carrera contra el tiempo. Celebrado por todos, llegó a mencionársele como el hombre vivo más trascendente de la época. Intensa mirada al personaje, desde su juventud hasta sus años finales; el recorrido en que pasó de héroe a presunto traidor, y de triunfador a víctima.
Paso ahora a la producción nacional. Exhibidas entre nosotros este 2023, son de valorar y aplaudir las siguientes películas, todas dirigidas por mujeres…
Huesera, de Michelle Garza Cervera. Raúl y Valeria buscan ser padres y, por fin, llega el embarazo. Pero Vale empieza a tener espantosas “visiones” de contrahechas mujeres reptantes, que la atacan y le quiebran los huesos o se dislocan a sí mismas. ¿Está enloqueciendo Valeria justo en vísperas de ser mamá? Peor aún, la chica muestra signos de distanciarse de la tradicional ilusión de la maternidad. Tras dar a luz, el estado de Valeria empeora, quedando en riesgo la seguridad de la niña. Por eso el recurso desesperado: un ritual extremo de purificación y reencuentro, entre brujas de no poca envergadura. Tótem, de Lila Avilés. Sol, de 7 años, pasa el día en casa de su abuelo, entre los preparativos para la fiesta de cumpleaños de su padre, sometido por un cáncer terminal. Esto se le oculta a la niña, si bien ella algo percibe. Con la noche llega la fiesta, que en realidad es un último adiós, una despedida, aunque impere un clima festivo. Desde su inocencia, incluso Sol parece comprender las cosas y lo que se viene. Un salto de madurez anticipado e incipiente, que estará en ella y sus recuerdos por el resto de su vida.
El norte sobre el vacío, de Alejandra Márquez Abella. Reynaldo, patriarca de una familia norteña, conserva lo mejor que puede el rancho que les dejó su padre. Esencial en ello es la siempre seria/recia Rosa, multiusos (más que mucama) del diario acontecer del lugar. Las cosas marchan, hasta que el crimen organizado hace presencia: quieren dinero a cambio de “protección”; derecho de piso, pues. Pero Reynaldo (cazador al fin y al cabo) no está dispuesto, o no tan fácil ni en automático. Y sorpresivamente…Rosa tampoco. Ruido, de Natalia Beristáin. Julia busca a su hija Ger, desaparecida nueve meses atrás. Lo hace por cuenta propia, porque las autoridades mexicanas sólo le han demostrado desinterés e incompetencia. En su peligroso viacrucis, Julia recorre el país buscando a Ger, cruzando por el camino de otras madres y mujeres buscadoras. Encontrarlas y convivir con ellas hace que la conciencia de Julia trascienda: su caso es apenas uno más de un universo gigantesco de corrupción, encubrimiento e incluso colusión por parte de quienes tendrían que respaldar y cuidarnos, no lo contrario. Julia se suma así al diario “ruido” resultante, imprescindible, con un ensordecedor ¡ya basta! como bandera. (La próxima semana, la conclusión de este balance con Temporada de huracanes, de Elisa Miller. Mientras tanto, deseo a cada uno de ustedes la mejor de las Navidades, así como un 2024 de plenitud, salud, paz y familia).