La semana pasada ubiqué en este espacio tres de las cinco películas nacionales nominadas al Ariel para contender a la mejor del año. Fueron: Heroico, de David Zonana; Temporada de huracanes, de Elisa Miller, y Tótem, de Lila Avilés. Ahora me ocupo de Todo el silencio, quedando para mejor ocasión la 5ª, el documental El eco, que todavía no conozco a falta de exhibición comercial, si bien ha transitado por diversos festivales.
Todo el silencio es la ópera prima de Diego del Río. Miriam (Adriana Llabrés) es actriz de teatro, así como profesora de lengua de señas (LSM), al ser ella hija de madre sorda. Vive con Lola (Ludwika Paleta), su pareja, quien a pesar de ser sorda es hablante y lee labios, con lo cual no requirió aprender LSM. El status de las cosas se adivina bueno, hasta que (temprano en la película) una audiometría –encargada por médico especialista– confirma que Miriam está quedándose sorda a ritmo acelerado. Su primera reacción es de negación, pero las evidencias son diarias y contundentes. Así que, devastada y poco a poco, una enojada/confundida Miriam entra de cara a lidiar con un porvenir de sordera total, endureciéndose en ese primer trayecto, lo cual no sólo afecta sus sueños y proyecto de vida (hacer teatro, principalmente), sino por igual todo eso relacional con sus círculos cercanos. Y no: el que de facto la cotidianidad de Miriam siempre haya estado vinculada a los escenarios de la sordera, en nada –en absolutamente nada– matiza o disminuye el impacto.
Todo el silencio, celebro decirlo, abunda en méritos, partiendo del guion –sólido, compacto, sin clichés, comprometido– escrito por Lucía Carreras, que justo culmina ante la nueva encrucijada de la relación de Miriam con Lola (antes no contemplada o imaginada), dejando pertinentemente abiertos, expectantes, los caminos y cómos de Miriam frente a lo que se le ha venido encima. Caminos a derivar en, ¿un futuro amargo, de frustración y vacío? ¿O de logros plenos –si bien replanteados– a partir de su valentía y entereza? Son sustento de todo esto las precisas, superlativas, actuaciones de Llabrés y Paleta; nada en ellas que no se crea, que no se entienda o se respalde, insertas en la pulcra realización del director del Río, que demuestra un oficio seguro, sin alardes, adelantado al esperado para una ópera prima. En su película, concreta muy bien momentos dulces (la relación de pareja), divertidos (los intercambios con las amigas locochonas), definitorios (desenlaces de lo médico), igual que muy fuertes (Miriam explicando a Lola su “normalidad”) y conmovedores (la demoledora escena final). Un debut pues, el de Diego del Río, en verdad muy auspicioso. Todo el silencio está nominada a seis premios Ariel –mejores película, ópera prima, guion original, actuación femenina, coactuación femenina y sonido– y viene de obtener reconocimientos en los festivales internacionales de Morelia, Liubliana (Eslovenia), Kerala (India) y Sunny Bunny (Ucrania). Véanla por Prime Video.
Por otra parte, en salas está un estreno –inglés– tan llamativo como intrigante: Tuesday, abrazando la vida (Tuesday; 2023), ópera prima de la croata Daina O. Pusic. De difícil descripción, digamos que es una “fantasía adulta”, cuyo punto de partida está en la incapacidad emocional de una madre soltera (Julia Louis-Dreyfus) de aceptar (y por ende, de lidiar con) la enfermedad terminal de su hija adolescente (Lola Petticrew), lo cual dificulta y distancia su relación. Eso, hasta que la muerte itself –en la forma de una especie de loro/guacamaya capaz de hablar y de dramáticos cambios de tamaño– se presenta en su hogar y, previo a “lo que le toca”, reencauza las cosas más hacia donde deben estar. Desde luego, en el proceso surgen reflexiones (y encrucijadas) sobre amor, dolor, pérdida, e inevitablemente sobre la vida y la muerte. Las actuaciones de Louis-Dreyfus y Petticrew son de gran estatura –labrando con esa rara muerte momentos extraordinarios– en medio (eso sí) de un entorno surreal y apocalíptico, extrañamente no explicado. Bien vale la pena.