Desapareció la secretaría de cultura del estado y se creó el consejo estatal para la cultura y las artes. La discusión al respecto se ha vuelto, no podía ser menos, barroca. Personas que se presentan como “intelectuales” ( no puedo evitar recordar a Jorge Ibargüengoitia que decía, mutatis mutandis, que una persona que a la pregunta ¿usted qué hace? contestase “soy intelectual” solo podía ser imbécil) acusan al gobierno de insensible, ignorante, inculto, sin duda y otros calificativos por esta determinación. Yo creo que la discusión se ha enfocado mal.
Empecemos por definir que entendemos por cultura. La Unesco declaró en 1982 que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo; a través de ella, entre otras cosas, el ser humano se expresa, toma conciencia de sí mismo y crea obras que lo trascienden. Es a partir del siglo XVIII que empieza a entenderse el concepto cultura como el cultivo del espíritu, de lo que trasciende la naturaleza meramente material del hombre. Si lo que entendemos por cultura es algo así la pregunta sería ¿necesitamos un organismo burocrático para desarrollarla? Aquí habría que definir cuál es la función del gobierno en este tema.
Yo creo que el gobierno debe, en el ámbito de su responsabilidad, de auspiciar lo necesario para que el ciudadano cultive las cosas del espíritu según sus capacidades, unos creando, pintores, escultores, músicos, escritores, etcétera y otros disfrutando de esas creaciones, observando, escuchando, leyendo.
¿Para esto necesitamos una secretaría de cultura o puede funcionar un organismo diferente? Me parece que lo segundo puede ser mejor, sobre todo si los encargados del fomento de la cultura son creadores o conocedores del tema. Quiero decir que una secretaría de gobierno tiene necesariamente una connotación, por su naturaleza misma, que condiciona su trabajo a un proyecto político antes que a un proyecto, precisamente, cultural.
Me da la impresión que muchos de los lamentos que hemos escuchado recientemente por la desaparición de la secretaría de cultura se deben más a la pérdida del subsidio, en todas sus manifestaciones, que a un genuino interés por el fomento de las cosas del espíritu.
Propongo darle a este nuevo organismo el beneficio de la duda. Vamos a ver si efectivamente apoya las manifestaciones artísticas y creativas en general, si se interesa en desarrollar las expresiones populares trascendentes que no necesariamente coinciden con las de los llamados intelectuales o artistas tradicionalmente subsidiados. En todo caso, recordemos que en desarrollo humano, como en tantas otras cosas, mucho ayuda el que no estorba.
Foto: Roberto Camargo
José Luis Pandal Vega
Hola! Concuerdo en que gran parte de los «lamentos» por la desaparición de la Secretaría de Cultura de Puebla provienen de la pérdida de los privilegios adquiridos.Difiero en concederle el beneficio de la duda al nuevo consejo subordinado a la SEP ¿o estaba siendo irónico? Creo que no sólo será igual sino peor, empezando por la arbitrariedad de no consultarnos a los ciudadanos, seguido del terrible papel que ha desempeñado la SEP y la excesiva cercanía de su, no menos terrible, dirigenta con el gobernador. No sólo necesitamos cultura, en un amplio sentido, sino tenemos derecho a ella. La cultura mitiga un poco la lamentable situación del estado y del país, amplía nuestros horizontes y nos hace ver y por ende comportarnos de manera distinta. Así, ustedes que tienen incidencia en las altas esferas, hagan eco de las exigencias de «los ciudadanos de a pie». Hasta pronto!