Cuando al 2022 sólo le queda una semana, puede debatirse cuál fue el mejor film visto en salas durante el año. Lo que no es debatible es cuál fue el que a cada quien gustó más. En mi caso fue Belfast (2021), de Kenneth Branagh, ubicada a fines de los 60s y sobre las vivencias de un niño residente –de 9 años– enamorado de su ciudad. Son tiempos de poco trabajo y muchas deudas, en los que ya no hay seguridad garantizada debido a los desencuentros entre católicos y protestantes. Pero la solidaridad florece entre la comunidad de Buddy (el pequeño), en busca de seguir con sus vidas lo mejor posible, un día a la vez. No obstante, la falta de certezas hace que su familia contemple –eso al menos– la triste, indeseada, posibilidad de abandonar Belfast. El sentido común (y de supervivencia), antes que el amor a tu tierra y el apego a tus orígenes, por lacerante que eso sea. Conmovedora declaración de amor a la ciudad de Belfast y su gente, la película equilibra drama, humor, valores familiares e historia socio-política, lo que da volumen a una línea argumental más bien delgada. Además, abunda en imperdibles “perlas de sabiduría” y frases ocurrentes, que con habilidad y gracia van matizando el termómetro de su discurso. Algunas de ellas: “Sé bueno; y si no puedes ser bueno, sé cuidadoso”; “Los irlandeses nacen para irse, o no habría pubs en el resto del mundo”; “Quienes no te entienden, no están escuchando; y ese es problema suyo”; “Todo lo que un irlandés necesita para sobrevivir es un teléfono, una Guinness y la partitura de ‘Danny boy’”.
Mi segunda favorita del año fue Competencia oficial (2021), de Mariano Cohn y Gastón Duprat, en la que un añoso millonario se lanza a producir “la más extraordinaria de las películas”, a fin de garantizar su posteridad. Por eso contrata a quien se considera la directora genial del momento, Lola Cuevas (Penélope Cruz), quien a su vez elige al par de intérpretes perfecto: Iván Torres (Oscar Martínez) y Félix Rivero (Antonio Banderas), de estilos opuestos pero igualmente aclamados. Los temperamentos y personalidades de los tres artistas colisionan desde los ensayos, con diarias fricciones que sacan chispas. La sensibilidad aflora, pero también sus egos, frustraciones y tics “de supervivencia”, en el sinuoso camino hacia ese film memorable. La férrea dirección de Lola enerva a sus actores, enfrascados a su vez en un duelo de provocaciones, para demostrar al otro que se es mejor que él (pero bueno: la novela que están por filmar se llama Rivalidad). En tono de comedia negra, Competencia oficial tiene por temas la fama y los egos mayúsculos; las envidias y rivalidades consecuentes; la artificial “relevancia” de los premios y la celebridad mediática, e incluso el deterioro de la salud mental por las presiones de una sensibilidad creadora. Por otra parte, ofrece varios momentos memorables –ya hilarantes, incómodos o subversivos– erigiéndose también como una masterclass de dirección, que permea la convicción todo se vale, cuando de lograr la mayor estatura de un momento cinematográfico se trata.
Para terminar, ya con poco espacio, dejo aquí otros títulos que también me gustaron de lo visto en salas fílmicas este año. En orden alfabético: Amor sin barreras (2021), de Steven Spielberg; Buena suerte, Leo Grande (2022), de Sophie Hyde; Cordero (2021), de Váldimar Johannsson; El callejón de las almas perdidas (2021), de Guillermo del Toro; El sastre de la mafia (2022), de Graham Moore; La peor persona del mundo (2021), de Joachim Trier, y Sonríe (2022), de Parker Finn. En cuanto a mis favoritas en plataformas: Argentina 1985 (2022), de Santiago Mitre; El misterio de Victoria (2021), de Denis Imbert; El prodigio (2022), de Sebastián Lelio; La hija obscura (2021), de Maggie Gyllenhaal; Madres paralelas (2021), de Pedro Almodóvar; Spontaneous (2020), de Brian Duffield, y The Mustang (2019), de Laure de Clermont-Tonnerre. Comentaré más a fondo algunas de ellas, en la columna siguiente. Feliz y pletórica Navidad para ustedes.