Ciudad Gótica y su vigilante
Ahora sí, de la mano de Batman (The Batman), regresó de forma categórica el público a las salas cinematográficas. Los daños colaterales, por consecuencia, son para los otros films en cartelera, que no tienen manera de competirle, ni en espacios, ni en horarios, ni en expectativa.
Algunos, films atractivos de hecho; como Adiós idiotas (Adieu les cons; 2020), de Albert Dupontel, ganador de seis premios César –el galardón francés– incluido el de mejor película.
Es a fin de cuentas una comedia, en la que por cierto aparece Virginie Efira, protagonista de la reciente y muy ruda Benedetta. También, como Licorice pizza, de Paul Thomas Anderson, con todo y sus tres nominaciones al Oscar, en la que llama la atención que quienes aparecen como los padres y las hermanas de la coprotagonista Alana (Alana Haim), son precisamente sus padres y hermanas reales: Moti, Donna, Este y Danielle Haim.
El otro protagonista es Cooper Hoffman (Gary), hijo del desaparecido Philip Seymour Hoffman, quien también actuó en películas de Paul Thomas Anderson. Y por igual, como El callejón de las almas perdidas, de Guillermo del Toro, si bien el impacto sobre ella es mucho menor dado que ya lleva semanas en cartelera.
Volviendo a Batman, de Matt Reeves, arranca desde una serie de asesinatos de políticos y policías de alto rango, cometidos por un enmascarado que resulta ser el Acertijo (Paul Dano). Todo eso cuando el rico heredero Bruce Wayne (Robert Pattinson) –a través de su alter ego, Batman– lleva ya dos años “vigilando” por las noches en Ciudad Gótica, empeñado en sanearla lo más posible. Colaborando con el Tte. James Gordon (Jeffrey Wright), Batman emprende cruzada para detener al Acertijo. En ese camino descubre que la mayoría de los involucrados están en la nómina de la mafia; e incluso confronta la posibilidad de que Thomas Wayne, su padre, también haya incurrido en actos reprobables.
Las circunstancias llevan a Batman a una alianza con Selina Kyle (Zoe Kravitz), quien a su vez tiene cuentas por saldar –su propia agenda– con algunos de los corruptos que van surgiendo; principalmente, con el capo mayor Carmine Falcone (John Turturro) y con quien resulte responsable del asesinato de su pareja, Annika. Un infierno, en el que su fauna acciona y reacciona desde sus motivos y pendientes, desde sus debilidades y avaricia, o desde su urgente necesidad de venganza. Un infierno, pues.
Batman –partiendo de las mentiras, medias verdades y verdades dolorosas de sus personajes– es una película muy lograda, obscura siempre en el sentido que corresponde al concepto de noir, o en este caso, de neo-noir. La de Reeves es una cinta visualmente demandante (vg. espiar entre rendijas, acompañar eventos en tinieblas o a la distancia), con un Bruce Wayne solitario y replegado, en lo íntimo más “asfixiado” que atormentado. Nada de eso evita que el argumento se cuente con solidez, sin confusiones, con tres o cuatro giros que lo hacen trascender de lo meramente fáctico a “entre-lecturas” que nos llevan a lo subyacente, a los orígenes del drama, a lo psicológico, sin tornarse denso pero sí más resonante. Así, el “hombre-murciélago” se hace menos él y más la circunstancia de Bruce Wayne; el Acertijo, más una desviación juvenil sin cicatrizar que un villano químicamente puro; Selina, a fin de cuentas menos Gatúbela vengadora y más una mujer profundamente herida. Marionetas de sus respectivos destinos, el encuentro de los tres y los cruces de lo anterior descrito –en el entorno pútrido generado por Falcone, Pingüino (un irreconocible Colin Farrell) y sus secuaces– da para 175 absorbentes, dramáticos minutos, que fluyen y desdoblan en capas, sin pizca ni rastros de humor alguno. A reír/sonreír a otra parte.
Ya no sé cuántas Batman van en el siglo XXI (alguna de ellas, contra Superman); pero esta Batman de su 3ª década tiene sobrados atributos para convertirse en la favorita de muchos. Y se huele que todavía es mucho lo que se viene para Ciudad Gótica. Ya veremos.
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